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Generalmente, cuando preguntas a gente que no tiene interés en la numismática que qué les parece nuestra afición, las respuestas suelen ir en la línea de que éso es «de antiguos», «aburrido», o «un coñazo». Eso es cuestión de opiniones. Pero hay otra percepción pública que no es una opinión y que hace mucho más daño que todas esas juntas: la idea de que la numismática es cosa de ricos.
Y es una idea que persiste en la sociedad y que es amplificada y perpetuada por los medios de comunicación, en un círculo vicioso muy difícil de romper.
El papel de los medios de comunicación
Quizá sepáis que llevo la comunidad de Numismática de menéame. Y una de las cosas que hago es mirar muchas noticias del mundillo para llevarlas allí luego. Añade a éso que una de las asignaturas que enseño a nivel universitario es análisis de texto, incluídos los periodísticos. En conjunto, tengo una visión bastante clara de cómo se divulga nuestra afición al público general.
Y la idea subyacente siempre es la misma:
La numismática es cosa de gente rica, y quizá puedas venderles algo y hacerte rico tú también.
Una de las cosas que me llama la atención es que, cuando un medio de comunicación generalista habla de numismática (y ésto lo hacen tanto los españoles como los de otros países), lo hacen desde tres ángulos:
a) Mira esta moneda que se ha subastado por un cuatrillón y medio de euros/dólares/pesos/libras sursudanesas.
Con éste tipo de noticias, lo que se le transmite al lector es que las monedas antiguas son caras y valen mucho.
b) Mira qué tesorazo ha aparecido. Como bonus, igual te digo que el obrero que se lo ha encontrado se ha hecho tan rico que ya puede retirarse.
Este tipo de noticias dan la idea de que no sólo es posible que te encuentres un tesoro de monedas, sino que sucede bastante a menudo.
Por cierto, no sé si es que soy yo que me fijo más o es que siempre fue así, pero últimamente estoy notando que éste último tipo está apareciendo cada vez más y más. Cada semana salen, al menos, dos o tres.
c) Mira en tu cartera o en el cajón de cosas viejas porque puedes tener una moneda que te va a hacer millonario.
El subtexto de este tipo de noticias es la conjunción de las dos anteriores: las monedas antiguas son caras, pero se encuentran fácilmente. A eso se añade la puntilla: Oye, lector, ¿y si te pasa a tí?
Este último tipo de noticias corrió como la pólvora el año pasado. El resultado fue que los comerciantes numismáticos, y los blogs y foros especializados, se vieron sin comerlo ni beberlo con una avalancha de gente que pensaba que tenía un tesoro en monedas antiguas que realmente no valían nada. Aún hoy se sienten las consecuencias: en el tiempo que me llevó escribir esta entrada me han llegado cuatro correos de ese palo.
El círculo vicioso
Hoy en día, cualquier medio de comunicación con presencia en internet gana dinero a base de clicks. Cuanta más gente entre en tu web, más publicidad que vendes y más beneficios que tienes.
Esto me incluye a mí y a ColeMone: consigo que leas ésto intentándolo hacer lo más interesante posible, te hago ver dos o tres anuncios, y si tengo suerte Google me da lo suficiente para pagar el servidor y el mantenimiento (yo no soy El País, ya me gustaría poder decir algún día que tengo beneficios).
Una de las maneras de conseguir esos clicks es apelando a los instintos más básicos de la gente. Y entre ellos, hay seis que funcionan mejor: la curiosidad, la belleza, la ofensa, el miedo, la avaricia y la necesidad.
Yo mismo he apelado a dos de ellos en el título de esta entrada: «La Numismática tiene un problema de percepción pública. Y es éste.» Si lo he hecho bien y te gusta la numismática, este título te debería, primero, de causar una pequeñisima ofensa: «¿Tiene un problema? ¿Hay algo malo en lo que me gusta? ¿La gente ve mal algo que hago?». Y luego, curiosidad: «¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que está mal? ¿Éste? Voy a ver qué es «éste» exactamente.» Y en ése momento, haces click. Todo ésto sucede a nivel subconsciente, por cierto.
En los artículos que hemos visto más arriba, son otros dos sentimientos los que entran en acción, la necesidad y la avaricia. A través de la idea subyacente «la numismática es cosa de gente rica, y quizá puedas venderles algo y hacerte rico tu también», lo que están haciendo es apelar a ese sentimiento que todos tenemos: «algo más de dinero no me vendría mal». Pero, por encima de todo, éso incluye a gente que necesita dinero desesperadamente, y a gente que quiere hacerse rico a toda costa.
Sin embargo, los medios de comunicación sólo son una parte de un círculo vicioso que se retroalimenta constantemente. La otra parte es la población a la que se dirigen.
Los medios de comunicación son empresas que, en su mayoría, buscan ganar dinero. Y eso se hace apelando a esos sentimientos, pero sobre intereses que ya existen en la población.
Y aplicado a la numismática, el esquema se convierte en éste: la población tiene la idea de que las monedas antiguas valen dinero. Esa creencia es detectada por los medios, monetizada a través de la apelación a esos instintos básicos, y finalmente, amplificada a través de la distribución de esos mismos medios.
Sin embargo, tras un tiempo, la gente se olvida de lo que publicaron los medios, pero la semilla ya está plantada y la idea, reforzada. Los medios la vuelven a detectar, y el ciclo se inicia de nuevo.
Pero ojo, preguntar quién fue el primero en tener la idea es como preguntar qué fue primero, si el huevo o la gallina. La idea de que las monedas antiguas valen mucho dinero no es ni nueva, ni sale de los medios de comunicación generalistas. Lleva en el imaginario popular muchísimo antes de todo esto.
Para muestra, un botón: las 100 pesetas de plata de Franco. A finales de los 60 y principios de los 70, muchísima gente guardó esas monedas en cantidades enormes pensando que en un futuro se revalorizarían. Quizá la idea era asegurar la jubilación o dejar una herencia curiosa a la familia, no sé. ¿De dónde salió esa creencia? No tengo ni idea, muy probablemente haya sido un ejemplo de la Ley de Gresham. Pero el caso es que se consiguió justo lo contrario.
Como en cualquier otro mercado, el valor de una moneda (antigua o no) lo determina la oferta y la demanda. Si han sobrevivido muchas piezas de una moneda concreta y aún encima todo el mundo tiene una, entonces la oferta es grande, la demanda pequeña, y la moneda no vale un pimiento. Ésto es lo que pasa con esas 100 pesetas, que salvo las de un año en concreto en que apenas se acuñaron, sólo valen la plata con la que están hechas.
La realidad es que, para calcular su valor, da igual cuánto de antigua sea una moneda. Hay monedas de 2 euros de 2007 que valen 3.500 euros, y monedas del Imperio Romano que valen 30, como este antoniniano del Emperador Volusiano, del Imperio Romano, acuñado entre el año 251 y el 253. Se subastó ayer (1 de abril) en Ibercoin por 24 euros. Con el 18% de comision de la casa, 28,32 euros.
¿Y cómo entra en el imaginario popular la idea de que toda moneda antigua vale mucho dinero? Pues no lo sé a ciencia cierta, pero tengo dos teorías no comprobadas.
La primera se resume en el manido mantra de que «la numismática es una afición de reyes». Personalmente, odio esta frase. No es que sea mentira, muchos reyes, papas y millionarios han coleccionado monedas. Y es cierto, coleccionar dinero es frívolo cuando no tienes ni tus necesidades básicas cubiertas, y a lo largo de la Historia, salvo reyes, papas y nobles, poca gente las ha tenido.
Pero la realidad es que, hoy en día, la numismática es tan cara como tú quieras que sea, sólo hay que ser realista. Si sólo puedes permitirte gastar 10 euros al mes, puedes hacer dos cosas:
a) te compras un kilo de monedas del mundo y ya tienes entre 250 y 300 monedas nuevas en tu colección. ¿Vas a tener una colección de órdago? Pues no. Pero puede que disfrutes como un enano, y el precio por hora de entretenimiento sale más barato que ir al cine;
b) ahorras esos 10 euros hasta que puedas permitirte una moneda de mayor calado. ¿Vas a tener una colección grande? Pues no, pero tendrá más enjundia.
La segunda teoría tiene que ver con los museos. El razonamiento es que si una cosa está en un museo, es porque es especial. Y si algo es especial, suele ser caro. Muchos museos de historia o de arqueología tienen un departamento de numismática, y bastantes monedas de las colecciones de esos departamentos están expuestas al público. Por tanto, si las monedas están expuestas en el museo es porque son especiales, y por tanto, caras.
Y ésto no es necesariamente cierto. Hay monedas muy caras y monedas que no lo son tanto. Personalmente, yo he visto en museos monedas que tengo en mi casa y que me han costado 3 euros.
Cómo afecta este círculo vicioso a la numismática
Pienso que este problema de percepción supone la mayor barrera de entrada a la numismática que existe.
A mí me gustan los coches, pero no me compro un Ferrari porque no me lo puedo permitir. Mi barrera de entrada a los Ferraris es el precio. Una persona que cree que una moneda vale lo mismo que un Ferrari, no comprará monedas porque creerá que no se lo puede permitir. Por tanto, su barrera de entrada es la misma, el precio.
La diferencia es que, más o menos, todo el mundo tiene una idea de cuánto vale un Ferrari. Pero poca gente tiene idea de cuánto puede valer comprar una moneda. Y resulta que si el precio como barrera para el Ferrari es una barrera real, el precio como barrera para la numismática es una barrera percibida pero inexistente.
Esto pasa más de lo que puede parecer. Conozco mucha, muchísima gente con un interés profundo en la historia y/o en el arte, para las que saltar a la numismática como complemento a esas inquitudes sería un paso natural. Y si les preguntas por qué no han empezado, la respuesta siempre está en la línea de «no quiero dejarme hasta las bragas en una colección».
El resultado es que la numismática como ciencia y como industria no recibe apenas sangre nueva. Como consecuencia, sin gente nueva que aporte ideas nuevas, la disciplina no evoluciona, no se adapta, y pierde terreno ante otros tipos de entretenimiento o de persecución científica. Por ejemplo, estoy convencido de que ésta es la razón primigenia por la que la numismática va 10 años por detrás de la mayoría del resto de industrias en la transición a internet.
Por supuesto, ésto es evidencia anecdotal y no tengo datos que lo corroboren de manera científica, pero ya lo he visto tantas veces que pienso que habría que estudiarlo en profundidad.
Y luego, está un aspecto más personal, y, quizá, más superficial.
Ya mencioné antes que esta idea causa la pérdida de horas de trabajo por parte de comericantes y divulgadores, que tienen que atender a la gente que se piensa que tiene un tesoro. Generalmente, quieren saber lo mismo: el valor de las monedas de Franco y el valor de las monedas de Juan Carlos I. Que en su mayoría es cero.
Por experiencia propia (y eso que yo sólo soy un tío con un blog, no pretendo ser experto de nada), te digo que es algo muy desagradable para todos los implicados. Cuando les dices que la moneda no vale nada, muchas veces estás rompiendo la ilusión de una persona. A mí no me gusta romper ilusiones, la verdad. Y hay veces que hasta te insultan y te dicen que les quieres timar, así que mayor mal trago.
Y ya te digo, en las 3 horas que me llevó escribir esta entrada, me llegaron cuatro correos. Son docenas de ellos a la semana.
Cómo romper el círculo vicioso
Honestamente, no tengo ni idea.
Lo que sí se, es que romperlo conllevaría un esfuerzo coordinado, sostenido y quirúrgico por parte de todos los actores que participan en la numismática: tratantes de monedas, casas de subastas, investigadores, divulgadores, aficionados, asociaciones…, para introducir en el imaginario popular algo que sustituya la idea de que la numismática es para millonarios y que las monedas antiguas son siempre tesoros.
Pero salvo en Estados Unidos, Alemania, y si forzamos, Reino Unido, la industria asociada a la numismática es ínfima y está infradesarrollada, por lo que no tiene ni medios ni poder para cambiar la situación.
Además, ese esfuerzo asume que los intereses de los coleccionistas y de los comerciantes están alineados en este problema en concreto. Y no es verdad. En teoría, un coleccionista quiere menos competición para que haya menos demanda y los precios sean más bajos; un comerciante quiere que haya más aficionados para que haya más demanda y los precios sean más altos.
No le veo solución, la verdad.
Francisco
Que tema este, muy buenos tus puntos de vista, pero me parece que falta algo en esta ecuacion y seria ver en profundidad a la personalidad del coleccionista y su ansia de poseer.
Hay circulando por la web algunos trabajos que lo abordan desde un punto de vista psicologico y son bastante interesantes para el que quiera profundizar en estos temas.
Me parece que son estos aspectos lo que en si definen si a alguien las monedas, mas alla de que puedan parecerles interesantes y dignas de estudio, hagan que se empieze a transformar en coleccionista.
En resumen creo que en definitiva son estos aspectos los que desiden con mas fuerza si emprenderas el camino de coleccionar mas alla de todo lo demas expuesto, pues cada vez estoy mas convencido que coleccionista se nace, si no vienes de fabrica con esa inquietud no habra nada que te convenza de juntar ni dos monedas y si lo traes, aunque sea cajitas de fosforos, pero algo juntaras.
Saludos
No quise entrar en la piscología del coleccionista en este artículo, sólo en la visión externa del que no sabe nada de numismática. Pero pienso que tienes algo de razón en tu visión de qué nos hace coleccionar exactamente ,hay algo ahí. No en vano, es muy raro que alguien que colecciona, coleccione sólo una cosa.
PD. Si mal no recuerdo, Adolfo del Blog Numismático escribió algún post precisamente sobre el tema de la piscología del coleccionista. Tendremos que releerlo!
Este tema da para un buen rato, qué pena no poder juntarnos con una cerveza a hablar de estas y otras cosas
Y tanto que da, Álvaro! Quizá algún día podamos tomar esa cerveza.
Buen artículo.
Han debido tener muchos «clicks» algunas páginas que empiezan por «¿Tienes estas pesetas? Te vas a forrar.»
Y claro, la gente lo lee, mira en el tarro de Nivea, y justo, ahí están las pesetas que valen un montón de dinero.
No hace mucho, conversaba yo con una persona y casualmente le dije que coleccionaba monedas.
Entonces esa persona me dijo:
– Yo tengo en casa unas monedas antiguas de Franco ¿cuánto me das por ellas?
Sorprendido por su exigencia a que le comprara a ciegas unas monedas, le dije que no me interesaban a lo que esta persona, ofendida, me salta.
¡Tú lo que quieres es que te las regale!
Hay muy poca cultura numismática y la gente, como bien dices, asocia antiguo (Siglo XX) con valioso, sin considerar rareza y/o estado de conservación.
Pues sí. Si te contara las veces que me han pasado cosas parecidas… Y se vuelve desagradable.
Fabulosa la exposición. Muy bien argumentada.
Mi experiencia: Desde crío supe que no todos los cromos tenían el mismo valor…Los más RAROS valían más.
Cuando aterricé en el mundo de la NUMISMÁTICA, enseguida comprobé que pasaba algo parecido. No se trataba de que una moneda fuese antigua o moderna… su valor lo daba la RAREZA… y por mis relaciones con USA descubrí que, en muchos casos, ellos llamaban monedas RARAS a monedas con ERRORES… Y, allá por los años 70 empecé a coleccionar MONEDAS CON ERRORES… Tiradas de precio. porque había muy pocos coleccionistas de errores. Incluso escribí un catálogo: Variantes en las acuñaciones del reinado de Juan Carlos I.
En el transcurrir del tiempo me he encontrado con coleccionistas de ERRORES entusiasmados y con comerciantes que me han recordado a aquél mal profesor de Filosofía que decía a sus alumnos: «Porque no soy marxista no explico el marxismo»… Es decir, como no tengo monedas con errores, paso de esas monedas.
Tú has mencionado a los Estado Unidos… En esto de la numismática, pienso que van por delante; pero
nosotros también acabaremos aprendiendo que solo las monedas RARAS tienen valor económico.
Un fuerte abrazo
Buena reflexión, Juan Bautista. Efectivamente, las monedas con errores suelen ser de las más caras en el mercado estadounidense. Y ojalá tengas razón y acabemos aprendiendo eso.
Gran artículo y gran realidad. Nos hemos llegado a ver saturados de preguntas “cuanto valen mis monedas?”
Aquí es igual. Recibo tantos correos al día que ya me es muy difícil tratar con los emails «interesantes»
Tu artículo es excelente y describe muy bien la visión social de la numismática. Pero… también creo que el problema viene del concepto de origen. Si aceptamos la definición de la numismática como disciplina* auxiliar de la historia (*me parece infundado llamarla ciencia), ésta debería abocarse al estudio de su participación e influencia en los procesos sociales y económicos a través de los tiempos. Cuando la disciplina, por ejemplo, invierte (pierde) tiempo estudiando variantes de giro en acuñaciones industriales, que carecen de cualquier relevancia en procesos históricos, entonces dejamos la numismática y pasamos al coleccionismo numismático, que, aunque vecinos, no son para nada lo mismo. La numismática debe basarse en aprender, entender y socializar el conocimiento; el coleccionismo numismático se basa en poseer, en adquirir lo que los demás no tienen y esa es la lógica sobre la que se construyen los precios de compra-venta. En ese aspecto, los coleccionistas numismáticos entienden que su área debe manejarse con una lógica de mercado sustentada en conceptos objetivos como la rareza o la nobleza del metal, entre otros, sin tener en cuenta que las piezas numismáticas no son una necesidad, sino una construcción psicológica sustentada en el deseo de posesión. En ese sentido las tradicionales reglas de oferta y demanda no necesariamente se alinean. Es posible que un día todos los oferentes de piezas comunes y simples se decidan a pedir por ellas precios exorbitantes, sin ningún fundamento objetivo; si esto sucediera, igualmente van a existir compradores, porque el deseo irracional de la posesión va a ser más fuerte que el equilibrio «natural» del mercado. Entonces, cuando nos quejamos por toda esa gente que nos quita tiempo pidiendo cotizar su bolsa de monedas comunes, en realidad lo que hacemos es manifestar nuestro enojo por cómo alteran las reglas que permiten coleccionar y como sea, no nos preocupa la numismática, disciplina que nada debe tener en común con los precios de compra-venta.
Muy interesante tu comentario, Agustín. La psicología del coleccionista es un tema muy complejo que requeriría una tesis doctoral, la verdad. Pero a grandes rasgos, estoy de acuerdo.
Sin embargo, y aunque parece muy claro que hay una distinción bastante clara entre estudio numismático y coleccionismo de monedas, no tengo tan claro que una esté dentro de la Numismática y la otra no. Ha habido coleccionistas que, con la misma psicología que describes, han hecho enormes aportaciones al estudio histórico de monedas. De hecho, no tengo ni siquiera tan clara la definición de la Numismática como «disciplina auxiliar de la Historia», para mí ya está superada y va mucho más allá, tocando otras disciplinas académicas como el Arte, la Arqueología o la Semiótica. Para no repetirme mucho, te remito al artículo que escribí hace un tiempo sobre ello.
De todas maneras, tu comentario me ha dado mucho que pensar, y el debate constructivo siempre es más que bienvenido. ¡Muchas gracias!