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Cuando era un pipiolo numismático cometí un error de esos que duelen. Uno de esos que recuerdas para el resto de tu vida. En el momento me dolió mucho, pero con el tiempo comprendí que lo que había hecho realmente es pagar muy cara una lección sobre manipulación de monedas. Hoy, te cuento como me cargué una cartera E-87.
Mi primera pequeña gran compra
Como muchos otros coleccionistas, yo empecé juntando lo que tenia en el bolsillo: euros. Y el siguiente paso natural de un coleccionista novato es empezar a tirar hacia atrás en la historia del sitio donde vives.
¿Y cual es la etapa anterior al euro en el sitio donde vivía cuando empecé a coleccionar? Pues las monedas de peseta de Juan Carlos I.
Tras estudiarla un poco, parecía una colección de iniciación perfecta por tres razones:
- No son monedas caras.
- Son relativamente fáciles de conseguir, pero, para conseguirlas, tenía que forzarme por primera vez a entrar en el mercado numismático.
- Es una colección bastante flexible, algo importante cuando estás empezando y todavía no tienes definidos tus gustos numismáticos. Podía quedarme simplemente en las monedas para circulación y pasar a otra colección que me gustara más, o, una vez conseguidas esas, podía ampliar la colección con las pruebas (algunas rarísimas), o con las monedas de colección en oro y plata.
Así que poco a poco me hice con todas las pesetas de Juan Carlos baratas, que son casi todas. Y cuando hablo de baratas, estoy hablando de monedas que valen 6 euros como mucho.
Era hora de pasar a las caras.
Quizá los coleccionistas expertos que puedan leer esto estarán pensando… vaya tontería, Fran. Una moneda de 30 ó 40 euros no es una moneda especialmente cara.
Pero el precio que pagas cuando eres un novato y compras tu primera moneda de 30 ó 40 euros va más allá de los billetes de euro que le das al comerciante: la decisión de comprar las piezas más caras en tu primera colección de monedas equivale a decidir si vas a seguir a largo plazo con la aficción numismática o no.
Yo me tiré de cabeza a la piscina.
Y mi primera pequeña gran compra iba a ser la Cartera E-87.
La cartera E-87
La Cartera E-87 fue una edición especial que la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre emitió en ocasión de la III Exposición Nacional de Numismática de 1987, que tuvo lugar en Madrid. Es la tercera y última de las tres series especiales de la FNMT para exhibiciones, tras la E-51 de 1951 y la BA de 1958.
Contiene una medalla de la FNMT, una moneda de 1 peseta de 1987 y una de 200 pesetas del mismo año, ambas marcadas con la inscripción «E-87» (de ahí el nombre de la cartera) y acuñadas en calidad «Acuñación de Relieve Mateado», que es como se conocía a las monedas proof emitidas en España antes de 1993.
Y aquí viene un dato clave para la historia: aquellas monedas de 200 pesetas que no hayan sido nunca sacadas de la cartera tienden a desarrollar una pátina dorada chulísima, que no se da en otras monedas de 200 pesetas.
Y yo quería esa pátina.
Hoy en día, una cartera E-87 completa y perfectamente conservada vale entre 20 y 30 euros.
Yo había pagado 35 euros por la cartera E-87.
En el momento, era un precio completamente razonable. Estábamos en medio del colapso de precios en las monedas de Juan Carlos I que sucedió, más o menos entre 2010 y 2018, pero aún no habíamos llegado a su final. 20 años antes, esta cartera hubiera costado unos 80 euros.
El momento de la verdad
Cuando la cartera me llegó a casa, la comprobé bien comprobada y ví que todo estaba perfecto. Luego, hice lo que hago con la mayoría de estuches, carteras, y coincards: abrirla y meter la moneda en su cartoncillo correspondiente.
Me puse mis guantes de algodón e intenté sacar las dos monedas con los dedos. Pero, si bien la moneda de 1 peseta salió sin problemas, la de 200 no cedía. No era capaz de quitarla con las manos, y dando a la cartera por detrás para que cayera por su propio pesó no funcionó.
Había que pasar a palabras mayores.
Y, aquí, vino el gran error.
Cogí unas pinzas para monedas que había comprado recientemente, con unas puntas de goma que, en teoría, no dañaban la moneda.
Metí una de las puntas por detrás, y tiré.
Pero la goma de la punta resbaló.
Y, al resbalar, se llevó con ella parte de la pátina dorada que tanto quería.
Primero, me quedé con la boca abierta. Luego, rabia, vergüenza y dolor de cartera.
Dos lecciones aprendidas
Aunque hoy ya no soy tan pipiolo como lo era por aquel entonces, la imágen del rayazo en la moneda me sigue viniendo de vez en cuando a la cabeza. Afortunadamente, ya no tengo sentimientos negativos cuando pienso en ello. Todo lo contrario: hasta cierto punto, incluso me siento agradecido, porque con esto aprendí dos lecciones muy valiosas.
Lección 1: Las monedas son más frágiles de lo que parece
En su definición más básica, una moneda no es más que un trozo gordo de metal con dibujitos. Cuando pensamos en metal, solemos imaginarnos algo duro, resistente, poco maleable, algo que es muy difícil estropear.
Pero una moneda es mucho más frágil de lo que parece.
Que se caiga al suelo, que le caiga un poco de agua, no ponerse guantes, limpiarla con un trapo incorrecto, cogerla con unas pinzas de mala manera, o cualquier tontería del estilo, puede estropearla lo suficiente como para quitarle una buena parte de su valor.
Desde entonces, traté mis monedas de la misma manera que si estuviera tratando huevos: con muchísimo cuidado.
Lección 2: El verdadero valor de una moneda no está en el dinero que cuesta
Hubiera pagado más de 35 euros por no sentir la desilusión y rabia que me invadían cada vez que veía la moneda en la mesa. Era mi primera compra numismática grande, y la había estropeado por tonto.
Pero, con el tiempo, me di cuenta de que lo que realmente estaba sintiendo: esa moneda ya no me hacía feliz.
Y ahí está el verdadero valor de una moneda: que te haga feliz cuando la adquieres. Esta bien pensar en las monedas como inversión, pero en el fondo si no te encanta lo que has comprado, no disfrutas ni la moneda ni la aficción de la misma manera.
Desd entonces, no he vuelto a comprar una moneda que no me hiciera 100% feliz de una manera u otra. Si tengo la más mínima duda sobre ella, no la compro.
Yo pagué 35 euros por estas dos lecciones, y aquí te las dejo gratis. Asegúrate de que tú no tengas que pagarlos también: ten mucho cuidado al manipular tus monedas.
Francisco
El derecho de piso se paga siempre en cualquier actividad y la numismatica no escapa de esta regla. De todos modos no fue demasiado el costo, para Uds 35 euros no es tanto, aqui seria otro cantar.
De todos modos no deja de impresionarme tu aficion a sacar las monedas de los blisters, para mi es un acto criminal😂
Y ya que estamos me parecio muy interesante el concepto de que una moneda solo la compres si te hace 100% feliz, si podes desarrollar esta idea estaria bueno.
Saludos desde Bs As
Gustavo
Hola Gustavo,
Completamente de acuerdo, al final el proceso de aprendizaje hay que pagarlo de una manera u otra.
La verdad es que no había caído en desarrollar más la idea de solo comprar una moneda si te hace feliz, pero ahora que me lo comentas, puede salir un buen post de ahí. Me lo apunto para escribir sobre ello en breves. Gracias por la idea!
Un saludo.
A mi una vez se me cayó de la mano una moneda y se abollo todo el canto.
A todos nos ha pasado como a ti o como a mi un error tonto y del cual sacas partido para la próxima vez.
Un saludo.
Los errores son humanos, efectivamente!
Un saludo.
hola , y no compraste otra cartera; E-87?
Hola! Pues sí, acabe comprando una nueva un par de años después.
Cuando salió la cartera E87 la compré de inmediato y de inmediato la curiosidad me puso saque las 200 ptas la cogí con mucho cuidado y dejé mi impronta en forma de huella digital,desde entonces la tengo siempre a la vista para que me recuerde que ¡Con guantes sí se cazan ratones! desde entonces jamás e tocado moneda de colección sin guantes de algodón.
A este ritmo casi vamos a poder llamarle a la E-87 la cartera maldita! Yo también tengo mis 200 pesetas a la vista para recordarme que trate bien mis monedas. Y desde luego, los guantes son importantísimos, es una buena lección que aprender.