Siclo de Tiro: Las 30 monedas y la traición de Judas

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La tradición y la ley judía dictaban que solo el siclo de Tiro podía utilizarse como tributo anual en el Templo de Jerusalén, así que esa pieza es la hipótesis más aceptada sobre qué monedas se usó para pagar a Judas por su traición a Jesús. Hoy, vemos el contexto histórico del siclo de Tiro en relación a Cristo, pero también cuánto valía exactamente.

Tiro - Tetradracma 126 aC
Siclo (o shekel) de plata acuñado en Tiro en el año 107 a.C. con un peso de 14,24 g. El anverso de la moneda muestra un busto del dios fenicio Melqart con una corona de laurel, mirando hacia la derecha (identificado por los griegos con Hércules). En el reverso, vemos un águila mirando hacia la izquierda, posada en la proa de un barco; encima del ala derecha hay una rama de palma y la inscripción ΤΥΡΟΥ ΙΕΡΑΣ ΚΑΙ ΑΣΥΛΟΥ, que literalmente significa «de la ciudad de Tiro, sagrada e indestructible». En el margen derecho (debajo de las hojas de palma) se encuentra la letra «Kaf» en hebreo (esto representa el número once del alfabeto hebreo). En el margen izquierdo, hay dos letras griegas que indican el año en que se acuñó la moneda. (Foto: Roma NumismaticsSubasta IV, Lote 407).

Las 30 monedas

En el Evangelio de Mateo (capítulo 27, versículos 3-5 de la Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española, que será la que use a lo largo de este artículo a no ser que se especifique otra cosa) leemos:

«Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo: «He pecado entregando sangre inocente». Pero ellos dijeron: «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!». Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron: «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre». Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre».»

Judas recibe 30 piezas de plata, János Pentelei Molnár
«Judas recibe 30 piezas de plata», pintado en 1909 por János Pentelei Molnár (Foto: Commons/Galería Nacional Húngara).

Es decir, el Sanedrín (el máximo órgano judicial de los judíos) solo podía pagar a Judas con monedas que formaran parte del tesoro del templo. Esto significa que las treinta piezas de plata que se pagaron a Judas solo podían consistir en treinta siclos fenicios, y más concretamente, siclos de Tiro.

Las treinta monedas de plata también se mencionan en el Evangelio de Mateo (26, 14-15): «Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata

Y también en el libro del profeta Zacarías (11, 12-13, Biblia de Jerusalén) leemos: “Yo les dije: «Si os parece bien, dadme mi jornal; sino, dejadlo.» Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata. Yahveh me dijo: «¡Échalo al tesoro, esa lindeza de precio en que me han apreciado!» Tomé, pues, los treinta siclos de plata y los eché en la Casa de Yahveh, en el tesoro”.

Treinta piezas de plata eran, por ejemplo, la compensación habitual fijada por la Torá en caso de que un buey matara a un esclavo.

La importancia crucial del dinero en el destino de Jesús

El dinero (o mejor dicho, los ingresos del tesoro del Templo de Jerusalén) jugó un papel decisivo y trágico en el destino de Jesús. Para saber qué pasó, volvamos a la narración evangélica de los hechos ocurridos durante la celebración de la Pascua en Jerusalén.

Durante este tiempo, todos los judíos debían inmolar los corderos pascuales y ofrecer sacrificios a Dios: se llevaba ganado al templo para el sacrificio y se instalaban tiendas para vender todo lo necesario para los sacrificios. Dentro de los muros del templo también había casas de cambio donde era posible cambiar monedas romanas de uso común por siclos de Tiro, que según la ley se utilizaban para pagar impuestos al templo.

Durante su entrada a Jerusalén, Cristo fue directamente al templo, vio a los mercaderes y los expulsó: «Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. Y les dijo: «Está escrito: “Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos”». (Mateo 21, 12-13)

Expulsión de Comerciantes del Templo, El Greco
«La Explusión de los Mercaderes», de El Greco (Foto: Commons/National Gallery de Londres).

El profesor de Teología en la Universidad de Glasgow William Barclay describe las actividades financieras del Templo de Jerusalén de la siguiente manera:

“La Pascua era la festividad judía más importante. Como ya hemos visto, la ley establecía que todo judío adulto que viviera en un radio de veinticinco kilómetros de Jerusalén estaba obligado a participar en ella. Pero no solo los judíos de Palestina vinieron a Jerusalén para la Pascua. En ese momento, los judíos ya estaban dispersos por todo el mundo, pero nunca olvidaron ni la fe de sus antepasados ni la tierra de sus antepasados, y el sueño de todo judío, sin importar dónde viviera, era pasar al menos una Pascua en Jerusalén. Puede parecer increíble, pero a veces hasta dos millones de judíos se reunían en la ciudad santa para la Pascua”.

Todo judío mayor de diecinueve años tenía que pagar un impuesto al templo de medio siclo de Tiro, que el Templo usaba para realizar sacrificios y ceremonias.

Según el historiador romano Flavio Josefo, un siclo de Tiro equivalía a 4 denarios romanos, y el salario diario de un trabajador contratado, según el Evangelio de Mateo, era un denario, es decir, 1/4 siclo; por lo tanto, el medio siclo de Tiro del templo correspondía al salario de dos días de un trabajador.

Tiro - Tetradracma - Siclo 95 aC
El siclo de Tiro fue acuñado en la ciudad fenicia del mismo nombre entre los años 126 a.C. y 57 d.C. Esta moneda de plata fue utilizada durante la vida de Jesucristo desde Palestina hasta Mesopotamia. El siclo también era una medida de peso judía; según la época, su peso variaba desde los 9 a los 17 gramos (Foto: Heritage AuctionsSubasta 232404, Lote 64802).

En la Palestina de aquellos tiempos circulaban en pie de igualdad todo tipo de monedas de plata: romanas, griegas, egipcias, tirias, sidonias y, de hecho, palestinas. Pero el impuesto del templo tenía que pagarse en siclos de Tiro; era dinero judío y podía donarse al Templo; el resto de monedas eran extranjeras y, por tanto, inmundas; podían usarse para pagar otras deudas, pero no la deuda con Dios.

Podemos saber las cantidades que se podrían haber recaudado en el Templo de Jerusalén si tenemos en cuenta que, cuando el comandante romano Marco Craso llevó a sus tropas a la guerra contra los partos en el 54 a.C, saqueó el tesoro del templo de Jerusalén y tomó de allí más de 4.000.000 de siclos para pagar los salarios de sus soldados. ¡Esto era una cantidad enorme para aquellos tiempos!

Estimando la población judía en el siglo I d.C. en aproximadamente 8 a 10 millones, se puede estimar que los varones adultos constituían aproximadamente un tercio de esta sociedad, aproximadamente 2,6 a 3,3 millones.

El medio siclo de Tiro de impuesto al templo, que, según la ley religiosa judía, todo varón judío mayor de 19 años debía pagar, proporcionaba al Templo de Jerusalén un ingreso anual de aproximadamente 1.300.000 a 1.650.000 siclos de plata. A eso hay que añadirle todo tipo de donaciones realizadas por particulares, tal y como documentan varias fuentes.

Los peregrinos llegaban a Jerusalén de todo el mundo antiguo, y traían una gran variedad de monedas, por lo que los cambistas se sentaban en los atrios del templo. Si hubieran trabajado honestamente esto hubiera sido algo necesario y bueno, pero cobraban una comisión de aproximadamente 1/12 de siclo (es decir, un sestercio) por cada medio siclo, y si el valor de la moneda era especialmente grande, un 1/12 de siclo extra por cada medio siclo cambiado. Así, si una persona venía con una moneda equivalente al valor de dos siclos, debía pagar 1/12 de siclo por el cambio y otros 3/12 de siclo para obtener el cambio, es decir, 4/12 de un siclo, lo que vendría a ser un salario diario.

Para que te hagas una idea de la bestialidad que es este tipo de cambio: ahora mismo, la tasa por cambiar de euros a dólares en el Aeropuerto de Barajas es de, más o menos, un 3,5%. Y los aeropuertos son sitios especialmente caros para cambiar dinero. En el Templo, era de un 12,5%.

Este impuesto del templo y este método de cambio de «divisas» generaban fabulosas cantidades de ingresos. Si usamos la estimación más baja de los ingresos fiscales anuales del Templo, unos 1.300.000 siclos, la ganancia de los cambistas habría sido 1/8 de esta cantidad, o 162.500 siclos.

Tiro - Tetradracma - Siclo 33 dC
Siclo de Tiro acuñado en el año de la crucifixión de Cristo, el 33 dC (Foto: Heritage AuctionsSubasta 3101, Lote 32051).

Pero el hecho de que los cambistas cobraran comisiones por el cambio de monedas de los peregrinos no constituía una violación de la ley. El Talmud dice: “Cada uno debe pagar un siclo por sí mismo y, por lo tanto, si alguien viene a cambiar un siclo por dos medios siclos, debe dejar alguna ganancia al intercambiador”.

La ira de Jesús se debió a que los peregrinos, que ya estaban luchando por cobrar la cantidad requerida, fueron desplumados por los cambistas con comisiones excesivas. Estaba indignado por la injusticia social desmesurada y flagrante que florecía en nombre de la religión.

Además de los cambistas, también había comerciantes de toros, ovejas o palomas, ya que la visita al Templo estaba asociada a los sacrificios.

Muchos peregrinos querían hacer un sacrificio de gratitud por un viaje seguro a la ciudad santa. Además, las acciones y acontecimientos de la vida de muchas personas estaban asociados con ciertos sacrificios. Y por lo tanto puede parecer natural y conveniente que se pudieran comprar animales para el sacrificio en el patio del Templo.

Esto podría haber sido algo bueno, pero la ley exigía que el animal que se sacrificaba estuviera libre de imperfecciones y defectos, y las autoridades del templo designaban inspectores para examinar a los animales que se iban a sacrificar. La inspección costaba 1/12 siclo.

Y si se compraba un animal para sacrificio fuera del templo, era probable que fuera rechazado al ser inspeccionado. Un par de palomas, que costaban un siclo fuera del templo, costaban veinte veces más en el templo. Esto era un robo descarado a los peregrinos pobres y humildes, quienes, de hecho, estaban siendo chantajeados para que compraran animales en las tiendas del templo si querían hacer un sacrificio. Era una injusticia flagrante, agravada por el hecho de que se estaba cometiendo en nombre de la verdadera religión.

Fue ver a los pobres peregrinos siendo engañados lo que enfureció a Jesús. De hecho, Jesús dijo directamente que los siervos del templo, los sumos sacerdotes y fariseos, no adoraban a Dios, sino al oro que se recolectaba dentro de los muros del templo de Jerusalén: «¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro?» (Mateo 23, 16-17).

Por tanto, la lucha por mantener los flujos financieros hacia la tesorería del Templo de Jerusalén fue una de las grandes razones por las que Jesús fue ejecutado. Fue en una reunión con el sumo sacerdote cuando fue condenado a muerte por primera vez. Después de la expulsión de los mercaderes del templo y la denuncia pública de Jesús, los sacerdotes judíos se reafirmaron especialmente en su decisión de matarlo.

Una historia de traición

Dos días antes de Pascua, “se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en la casa del sumo sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían: «Durante la fiesta no, para que no se ocasione un tumulto entre el pueblo».» (Mateo 26, 4-5)

¿Quién fue el principal culpable de ese veredicto y quién era el sumo sacerdote en Jerusalén en ese momento?

Según la ley, los judíos tenían un solo sumo sacerdote. Mateo y Marcos solo mencionan a Caifás en sus evangelios, pero el sumo sacerdote Anás, reemplazado por el procurador Valerio Grato (Flavio Josefo, Antigüedades de los Judíos, XVIII, 2, 2), aparentemente tuvo una influencia significativa en Caifás debido a su parentesco: Caifás era yerno de Anás.

En un concilio con el sumo sacerdote Caifás, se decidió “capturar a Jesús con astucia”.

Cristo ante Caifás, Giotto
«Cristo ante Caifás», pintado por Giotto (Foto: Commons/Joze Luis Bernardes Ribeiro).

Para lograr este objetivo se utilizó todo el arsenal de técnicas «sucias«. La primera fue el soborno de Judas Iscariote, quien entregó a Jesús al Sanedrín a cambio de 30 piezas de plata. Recordemos que estas piezas de plata eran tomadas por el Sanedrín del tesoro del templo.

Es probable que también hubieran obtenido mediante soborno las pruebas falsas necesarias para el juicio. También podrían haberse utilizado métodos de intimidación bajo amenaza de excomunión.

La historia de traición y juicio injusto comienza la noche del jueves al viernes, cuando Jesús fue detenido en el Huerto de Getsemaní. Inmediatamente después de su arresto, fue llevado ante el Sanedrín.

La razón económica de la represalia contra Jesús está indicada por el hecho de que, una vez arrestado, al primero al que fue presentado fue Anás, que no era el sumo sacerdote en ese momento, pero que tenía intereses económicos velados en los negocios del templo.

La rapidez del juicio también demuestra que las diferencias ideológicas y la búsqueda de la verdad no eran especialmente necesarias para nadie. Jesús ya ha sido sentenciado.

Los miembros del Sanedrín intentaron por todos los medios acelerar el proceso para preparar todo lo necesario para el juicio de la mañana siguiente, en el que podrían pronunciar formalmente la sentencia de muerte de Jesús. La prisa por hacer todo el viernes también se explica por el hecho de que no estaba permitido celebrar una audiencia judicial en sábado (sabbat), día de descanso en el judaísmo en el que cualquier clase de trabajo está prohibido por la Torá.

El viernes, el Sanedrín condenó a Jesús por blasfemia, con sentencia de muerte. Pero la decisión no tenía fuerza legal: la suerte final del acusado podía únicamente ser decidida por el procurador romano.

Ecce Homo, de Antonio Ciseri
En el «Ecce Homo», de Antonio Ciseri, Poncio Pilato muestra a un Jesús ya azotado a la población de Jerusalén (Foto: Commons/MASI Lugano).

El procurador de Judea, Poncio Pilato, no buscaba derramar la sangre de Jesús, a diferencia del Sanedrín, a quienes Pilato despreciaba, según muchas fuentes. Se sabe que Pilato mostró más de una vez dureza e incluso crueldad en diversas situaciones, incluso en relación con los judíos, pero en relación con Jesús mostró unas inusuales inconsistencia y comportamiento sin principios. Sus decisiones posteriores demostraron que estaba fuertemente influenciado por el sanedrín y por los ancianos del templo, quienes sí estaban interesados ​​en la pronta muerte de Jesús.

Poncio Pilato quiso evitar el destino de Jesús. Al principio dijo que no encontraba a Jesús culpable, pero el Sanedrín rechazó su decisión, luego invitó nuevamente al Sanedrín a juzgar a Jesús con su propio tribunal, pero ellos hipócritamente lo rechazaron.

De acuerdo con la costumbre romana, Pilato tenía derecho a liberar a uno de los prisioneros judíos para la festividad de Pesaj. Uno de estos condenados fue Barrabás, un judío acusado de rebelión y asesinato. Cuando Pilato pidió a la multitud que eligiera entre Jesús y Barrabás, la multitud comenzó a exigir la liberación de Barrabás (Lucas 23, 21-25).

Probablemente esto no sorprendió al prefecto de Judea, pues sabía que la opinión pública la creaba el Sanedrín, que ya habían condenado a Jesús y estaban interesados ​​en su muerte. Quizás el procurador temía ser denunciado de nuevo ante el emperador, en la que los judíos no dejarían de señalar que el Hombre a quien perdonó reclamaba el título de rey: «Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».» (Juan 19, 12)

El miedo a la ira imperial venció a la voz de su conciencia, por lo que delante de la multitud se lavó las manos (Mateo 27, 24), declarando su inocencia de la sangre del acusado. Como político, Pilato era muy consciente de que si no cumplía con las demandas de los líderes de la iglesia de Judea, perdería el favor de su gobernante y sería destituido.

Sin embargo, el agua nunca podrá librar al procurador de Judea del error judicial más grave de la historia de la humanidad. Habiendo comprometido su conciencia, Poncio Pilato posteriormente perdió su cargo y su posición, pasando para siempre a la historia como un juez injusto.

(Nota del Editor: El siclo de Tiro también fue la moneda protagonista de la serie de la HBO «30 Monedas»).

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5 COMENTARIOS

  1. Varios puntos: la historia de que Pilatos intentó no condenar a Jesús no se sostiene. Se sabe lo suficiente sobre él para tener una certeza de que era de esa clase de corruptos que hacían valer su autoridad con arbitrariedad y crueldad. De hecho, no hacía ni puto caso de las leyes judías. Pero además, fue ejecutado según la justicia *romana*, no la judía, por más que se insista en esto, de hecho, tal y como era el procedimiento habitual, en la cruz se indicaba el delito, en este caso el famoso INRI (rex iudaeorum, rey de los judíos), es decir, fue condenado por sedición como poco, delito que el Sanedrín ni siquiera hubiese considerado. Los evangelios insisten en culpar a las autoridades religiosas judías (que había varias), pero es la justicia romana y su procurador quienes lo ejecutan acorde a las leyes romanas de ocupación. Sobre la historia de las 30 monedas, en realidad no tiene ni pies ni cabeza, salvo desacreditar a nivel mierda a Judas, es también obvio que los romanos tenían el control de la ciudad y podían detenerlo cuando quisieran, o matarlo en el sitio, incluso recurriendo a técnicas sucias, tampoco se ve claro que un tribunal farisaico tenga mejores opciones para esto. No, la detención y ejecución era un escarmiento público, no un «deshacerse» de una persona peligrosa para este o aquel, y una prueba de autoridad, en este caso romana, porque Jesús entró en el templo e hizo lo que le dio la gana y los fariseos tuvieron que tragar, a pesar de que debía de haber unos seguratas (aparte legionarios romanos) a discreción. Es el poder de Roma, los judíos del Sanedrín son colaboracionistas de los ocupantes y no pintan nada.

  2. Ah, y otro punto. Barrabàs significa literalmente bar Abbas, «hijo del padre», Jeshus (Jesús) se refería a Dios como «abba» (se puede traducir como papá), Barrabás era un zelote, se puede màs o menos equiparar a un etarra, un tipo que luchaba contra los romanos cargándose a la gente. Aparte del chiste de mal gusto (Jesús usaba mucho la expresión «hijo del padre»), era una opción obvia, la mayoría de los judíos escogerían liberar a un señor de la lucha armada que a un ecopacifista, que era exactamente lo que esperaba Pilatos, que además se mofaba de Jesús, sus seguidores y hasta el Sanedrín (que se vaya ese… ya lo volveremos a trincar, al peligroso ni de coña).

  3. Un post para reflexionar y para estudiar.
    Usted realiza un significativo trabajo de investigación y desarrollo de la Numismática a nivel internacional, de todo cerrazón le felicito iluminado colega, reciba usted un cordial saludo desde Cuba.
    Rigoberto
    numracostag

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