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En medio de la Primera Guerra Mundial, un ingeniero de minas que no tenía ni idea de monedas y un grabador borracho, usando el motor de un tren y metal de un barco hundido, se sacaron de la manga una de las monedas más icónicas de la numismática alemana. Esta es la historia de una de las obras maestras de la numismática del siglo XX: las 15 Rupias Alemanas de Tabora de 1916.
La Campaña de Tabora
En 1916, la importancia estratégica de Tabora superaba por mucho su importancia poblacional.
Fundada en 1850 por mercaderes omaníes y swahilis, la ciudad pronto se convirtió en uno de los principales mercados de marfil y de compraventa de esclavos del África Oriental. No será hasta finales de 1895 cuando los alemanes consiguen pacificarla y tomar el control total del área, a pesar de que ya la había declarado como colonia propia en 1891.
Con el paso del tiempo, Tabora acabó formando parte del territorio de Tanganica en la colonia del África Oriental Alemana, uno de las tres dominios germanos en el continente negro junto a las Áfricas Occidental y del Sudoeste.
Y dentro del África Oriental Alemana, Tabora estaría llamada a jugar uno de los papeles estratégicos más relevantes del territorio: en ella estaba la estación nodal del Tanganyikabahn, o Línea Central, la línea de ferrocarril más importante de la colonia. Allí se unirían las vías que venían del Lago Victoria con las que salían del Lago Tanganica, para continuar hacia Dar es-Salaam, la que en aquel momento era la capital del territorio.
Cuando un país invade a otro, lo primero que suele hacer es o bien intentar destruír los nodos de logística y comunicación del enemigo, o bien intentarlos ocupar inmediatamente.
Así que tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en julio de 1914, Tabora se convirtió en uno de los objetivos principales de la Campaña de África Oriental para todos los países implicados: Alemania quería conservarla a toda costa e intentar que sus enemigos desviaran de Europa a África la máxima cantidad de recusos posibles para atacarla, el Reino Unido quería denegar su uso como plataforma logística, y Bélgica, directamente absorverla a su imperio colonial.
Sin embargo, los primeros compases de lo que la Historia acabaría conociendo como la Campaña de África Oriental fueron lentos, con poco más que alguna escaramuza aquí y allá. La razón para ello fue doble. La primera es que, en los primeros momentos de la guerra, hubo dudas y negociaciones sobre la posibilidad de que las colonias africanas de todos los países se proclamaran neutrales.
La segunda, una vez que quedó claro que las colonias iban a entrar en juego, fue que el Reino Unido, Bélgica y Francia se centraron primero en la conquista de Camerún y Togo, ya que así podían evitar el uso de sus puertos por parte de la marina de guerra alemana.
La campaña de Camerún terminó con victoria franco-belgo-británica el día 10 de marzo de 1916. Unos días después, los aliados daban comienzo a su ofensiva sobre el África Oriental Alemana.
El ataque se desempeñó en dos direcciones.
Los británicos, comandados por el general Jan Smuts, asaltaron la colonia a lo largo de la costa, con el objetivo de llegar a Dar es-Salaam.
Mientras tanto, el ejército colonial belga, la Force Publique, embistiría desde el Congo Belga con el objetivo de llegar a Tabora y enlazar allí con la Lake Force, la guarnición colonial que los británicos tenían en el Lago Victoria.
Von Lettow y Wahle
Enfrente tenían al León de África, el legendario teniente coronel alemán Paul von Lettow-Vorbeck, al mando de unos 22.000 combatientes de la Schutztruppe, la fuerza colonial alemana. La mayoría eran soldados nativos: había unos 15.000 Askari, soldados regulares, y el resto eran Ruga-Ruga, que eran tropas auxiliares irregulares y mercenarios varios.
Las gestas de Lettow-Vorbeck son legendarias. Fue el único comandante alemán que consiguió invadir territorio británico en la Primera Guerra Mundial cuando entró en Rhodesia, hoy Ruanda y Zimbabue, en una de las guerras de guerrilas más exitosas de la historia. En los cuatro años que duró la contienda, su ejército nunca fue derrotado, y tras terminar la guerra fue recibido en Berlín con un desfile de honor.
Para que te imagines qué capacidad de improvisación tenía este tío: el 15 de noviembre de 1915, el navío SMS Königsberg tuvo que ser deshabilitado y abandonado para evitar su captura por las tropas aliadas. Von Lettow ordenó que se salvaran los 10 cañones que tenía e hizo que se montaran en trenes de carga, y así fueron reconvirtieron en artillería pesada.
Por cierto, esta no será la última vez que este barco saldrá en esta historia. Pero me estoy adelantando a los acontecimientos. Volvamos a 1916.
(Si quieres saber más sobre Von Lettow-Vorbeck, tenéis en Amazon sus memorias. Desgraciadamente, solo en inglés).
Von Lettow-Vorbeck había asignado a su segundo, el Mayor General Kurt Wahle, que defendiera Tabora. Si estás pensando que qué hacía un mayor general sirviendo bajo un teniente coronel, que es menos graduación, es porque la guerra le pilló a Wahle en la colonia, y se presentó voluntario para servir bajo von Lettow.
No hay dinero, literalmente
Siendo los ingleses… pues eso: ingleses; una de las primeras medidas que tomaron contra Alemania fue implementar un bloqueo naval en Europa, con el objetivo de evitar la entrada y salida de todo tipo de bienes y de material de guerra.
Para el África Oriental Alemana, eso significaba que el cordón umbilical que la unía con la metrópolis quedaba roto. No iban a llegar ni más material, ni más refuerzos, ni más nada.
Y tampoco iban a llegar ni más monedas, ni más billetes.
Ante la crisis que se avecinaba, la población local comenzó a guardar las monedas de plata que pasaban por sus manos, creando sin prisa pero sin pausa una escasez de monetario circulante.
Para principios de 1915, la situación se había vuelto tan aguda que el gobernador alemán, Heinrich Schnee, se vio obligado a dar la orden al Banco del África Oriental Alemana de acuñar y de imprimir monedas y billetes de emergencia, cuya validez sería la de la duración de la guerra.
Para imprimir los billetes se tiró de una solución improvisada, pero efectiva. Resulta que en Dar es-Salaam se publicaba un periódico diario, el Deutsch Ostafrikanische Zeitung. Así que el Banco contactó con ellos, y el 15 de marzo de 1915, salieron los primeros billetes de la imprenta del diario.
Acuñar monedas era otro cantar, y este iba a ser más difícil de entonar que el Aria de Olimpia de los Cuentos de Hoffman.
Y es que, en toda la colonia, no había ninguna máquina de acuñar monedas. Ni nada que se le pareciera remotamente. Tendrían que construír una desde cero.
Para conseguir metal que valiera para construir la máquina, se recuperó parte del naufragio del SMS Königsberg, el crucero ligero del que te hablé antes, y de otros barcos hundidos en batalla naval. Ese material se llevó a Tabora, que se consideraba más lejos del alcance de las tropas aliadas, y allí se construyó una casa de la moneda improvisada.
Pero, por muy improvisada que sea, una casa de la moneda necesita trabajadores especializados que sepan diseñar y grabar cuños. Así que el Banco se puso a preguntar a los mercaderes locales de Dar es-Salaam si había alguien que supiera trabajar con metales y tuviera aptitudes artísticas, y allí encontraron a quince personas que estaban dispuestas a viajar a Tabora y trabajar para ellos, cobrando una comisión por cada pieza acuñada: seis locales, dos inmigrantes de la India y siete inmigrantes cingaleses. Hay fuentes que dicen que prisoneros de guerra italianos también trabajaron allí a cambio de seis rupias diarias y privilegios especiales.
El jefe de la operación sería el ingeniero de minas alemán Friedrich Schumacher. El propio Schumacher contó en un artículo publicado en 1973 que el mismísimo gobernador Schnee lo llamó a su oficina y le dio la orden:
Cuando me presenté ante el gobernador, me preguntó si podía hacer monedas de oro. Respondí que sabía algo de minería de oro, pero nada de acuñación. Entonces, el gobernador apuntó a la gran enciclopedia que estaba encima de su escritorio y dijo: «Necesitamos monedas de oro para pagar a nuestra gente. No tenemos plata, pero oro tenemos de sobra. Ahí tienes todo lo que necesitas saber».
Schumacher en la revista Geldgeschichtlichen Nachrichten, nº1 (1973), vía Claus-Peter Meyer (traducción de ColeMone).
Y así, con cero idea de cómo se acuña una moneda, Schumacher, un par de alemanes más, y sus quince currelas, se marcharon a Tabora.
El taller de Tabora
La acuñación en Tabora comenzó en diciembre de 1915.
Las primeras monedas en las que trabajaron fueron dos piezas de 5 y de 20 hellers (lo que vendrían a ser céntimos). Las hicieron de latón y de cobre, que sacaron de los casquillos de balas y de cartuchos de artillería que ya habían sido disparadas.
De las piezas de 5 hellers solo llegaron a acuñar 302.000. De las de 20, acuñaron 325.940 en cobre y 1.307.760 en latón, para un total de 1.633.700 piezas, una tirada altísima para una moneda de emergencia fabricada en semejantes condiciones.
Pero lo mejor lo habían dejado para el final.
La obra maestra
Mientras acuñaban las monedas pequeñas, Schumacher y su equipo comenzaron el proceso de diseñar la famosa moneda de oro.
Cuando estás diseñando una moneda de emergencia, hay tres cosas que tienes que tener en cuenta.
La primera es de dónde vas a sacar el oro. Y el gobernador tenía razón: oro tenían de sobra. Cerca de Tabora estaban las minas de oro de Sekenke, y, dado el bloqueo naval al que los ingleses estaban sometiendo a Alemania, ese oro no se podía exportar.
La segunda es de qué tamaño vas a hacer la moneda. En este caso, se eligió un rarísimo valor facial de 15 rupias alemanas, que, en teoría y teniendo en cuenta que aún estamos en la era del patrón oro, equivalían a 20 marcos alemanes de los usados en la metrópolis.
Sin embargo, los 20 marcos llevaban 7,965 gramos de oro .900, mientras que las 15 rupias de Tabora, en sus 22 milímetros de diámetro, solo llevarían 7,168 gramos de oro .750, con un margen de variación de peso del 1% en vez del 0,25% estándar en Europa.
Pero, a decir verdad, esta disparidad no surgió de la malicia. Simplemente, las máquinas que habían improvisado en Tabora no tenían la capacidad para llegar a la pureza del oro que sí tenían las máquinas de las cecas de Alemania, y el oro minado de Sekenke era de baja calidad: solo tenía una pureza de entre el 80% y el 85%, y contenía bastante plata y cobre.
La tercera y última cosa que hay que tener en cuenta al diseñar una moneda de emergencia es el grabado, que es una palabra técnica para referirse a los dibujos que va a llevar.
Como ves en la foto de los 20 marcos de arriba, en aquella época las monedas de Prusia (principal estado del Reich) llevaban al emperador Guillermo II en una cara y el escudo de armas del Imperio Alemán en el otro. Y las monedas coloniales, igual. Pero las 15 rupias de Tabora llevan otra cosa, y Ada Schnee, la mujer del gobernador, contó en 1918 el porqué:
A una le hubiera gustado que estuviera la cabeza del emperador en ella, pero eso era imposible con nuestras primitivas herramientas, así que decidimos usar un elefante africano, que es característico del país.
Ada Schnee, vía Claus-Peter Meyer (traducción de ColeMone).
O, dicho de otra manera, para sacar al Kaiser feo, mejor no lo sacamos.
Así que, en el reverso, pusieron un elefante africano en posición agresiva enfrente de un paisaje montañoso africano, con el Monte Kilimanjaro al fondo. Debajo, aparece la fecha de acuñación y la «T» de Tabora, como marca de ceca.
En el anverso mantuvieron el escudo de armas del segundo Reich.
Y el canto es liso:
El diseño lo hizo un tal R. Vogt, que, según algunas fuentes, era el tesorero de esta improvisada casa de la moneda.
Fabricando las 15 rupias
El 15 de abril de 1916 comienza la acuñación de las 15 rupias de Tabora, y el día 28 de ese mismo mes aparecía la orden legal en el Amtlicher Anzeiger für Deutsch-Ostafrika, el equivalente colonial del BOE.
Para fabricarlas, se improvisó un segundo conjunto de maquinaria especial para estas monedas, que se situó en una estancia de la estación de tren de Tabora. Aún sobreviven los planos:
Simplificando, el proceso era este:
El oro de la mina se fundía, y se le daba forma de lámina con una maquina roladora propulsada por un motor de vapor extraído de una locomotora. De esa lámina salían las monedas, que eran acuñadas con tres golpes de un cuño encajado en una prensa hidráulica manual que originalmente se usaba para doblar tuberías, y finalmente se cortaban para sacarlas de la lámina. Luego, se limaban a mano hasta que tuvieran el peso correcto.
Es decir, si quitamos el motor de vapor y la prensa hidráulica, acuñaron moneda de una manera muy parecida a como se hacía en el Imperio Romano. Yo me pregunto si lo hicieron así porque eso es lo que Schumacher encontró en la enciclopedia del Gobernador.
Sea como fuere, quedaba un detalle crucial: había que grabar los cuños.
Esto suele ser la parte más delicada a la hora de acuñar moneda, y el propio Schumacher nos cuenta que lo solucionó de una manera muy sui generis:
Para esto encontré a un orfebre cingalés muy habilidoso que trabajaba particularmente bien bajo la influencia del alcohol, así que le dije que le compraría una botella de whisky o de cognac de vez en cuando.
Friedrich Schumacher, vía Claus-Peter Meyer (traducción de ColeMone).
Visto lo crudo e improvisado del diseño de las máquinas de acuñación, seguro que no te sorprende si te digo que se averiaban constantemente.
Aunque normalmente los operarios eran capaces de arreglarlas más o menos rápidamente, en julio las máquinas ya poco más daban de sí. Era hora de mudarse.
Mudanza a Lulanguru
A unos 20 kilómetros al oeste de Tabora hay un pequeño pueblo llamado Lulanguru.
Allí, la Compañía Petrolera de África Oriental (Ostafrikanische Ölfabrik Gesellschaft) tenía una factoría. Schumacher decidió que era un buen lugar para establecer una nueva casa de la moneda, más que nada porque le daba una gran ventaja: en vez de vapor, podría usar aceite de palma producido directamente en la propia fábrica petrolífera.
Durante junio de 1916, se construyó la nueva maquinaria (la tercera, ya), y el 1 de julio comenzó la producción en Lulanguru.
Y cada cierto tiempo, Schumacher llevaría personalmente el oro desde Tabora a Lulanguru en un tren militar, y volvería de Lulanguru a Tabora retornando las monedas producidas.
Un viaje que, cada vez que lo hacía, se volvía más y más arriesgado. Día tras día, los belgas se acercaban más a Tabora.
La Caída de Tabora
Y el 1 de septiembre, a Schumacher le tocaba hacer uno de esos viajes. Tenía que llevar desde Tabora el oro que se usaría ese mes en Lulanguru.
Lo que él no sabía es que a muy poquitos kilómetros de allí, las tropas alemanas y las belgas estaban ya enzarzadas en combate. Ese día ganaron los suyos, pero si hubieran ganado los belgas, lo más seguro es que el tren en el que viajaba Schumacher hubiera sido capturado.
Ya el 6 de agosto anterior había caído Kagoma, la ciudad que daba comienzo a la Línea Central de ferrocarril que hacía que Tabora fuera tan importante. Y, desde entonces, el avance de la Force Publique belga en dirección a Tabora, siguiendo la propia vía férrea, había sido casi imparable.
La defensa alemana parecía estar colapsando, y la caída de la colonia era ya cuestión de días: de hecho, el 3 de septiembre, las fuerzas británicas consiguen tomar la capital, Dar es-Salaam.
Tabora no duraría mucho más: el 8 de septiembre los belgas conquistan Lulanguru, y el 16 de septiembre las tropas alemanas interceptan una carta del comandante inglés al belga coordinando el inicio de la ofensiva sobre Tabora para el 19.
Ante ese panorama y tras intensas luchas, el día 18 los soldados alemanes recogen sus bártulos y se retiran hacia el sur, y las autoridades civiles rinden la ciudad. El 19, las tropas belgas entran en Tabora.
La producción de monedas se había parado ya el día 5 de septiembre, tres días antes de la caída de Lulanguru, y 14 antes de la de Tabora.
Aún así, todo esto le pilla a Schumacher con las bragas en la mano.
El tesoro de Schumacher
Y es que en la noche del 18 de septiembre, Schumacher estaba en Tabora, y tenía en su poder 240 monedas de 15 rupias y los cuños con los que se hacían.
Sabía que si los belgas lo atrapaban, lo mínimo era que se las confiscaran. Así que se fue a una casa a las afueras de la ciudad, cavó un hueco de más de un metro de profundidad en el suelo del jardín, y puso allí una lata que contenía 200 monedas y los cuños.
Lo cubrió todo con tierra, más o menos hasta la mitad del hueco, y colocó algo de oro sin refinar como señuelo: si alguien escarbaba allí, seguro que paraba al encontrar el oro y no seguiría hasta llegar al verdadero tesoro.
Y, finalmente, cerró el hueco.
Al día siguiente, Schumacher era, efectivamente, capturado. Tenía las 40 monedas restantes encima, escondidas en un falso fondo en su equipaje y entre las telas de su ropa.
Como era un civil no combatiente, en vez de mandarlo a un campo de prisioneros de guerra se le envía a Londres, donde es interrogado por Scotland Yard.
Allí, la policía británica pasa su equipaje por una máquina de rayos X, y encuentra esas 40 monedas. Le confiscan 39, dejandole una para él, que se lleva a Alemania cuando concluye la investigación y es repatriado a tierras germanas. Hoy, esa pieza, y las notas originales de Schumacher, están en el Museo de la Minería en Bochum, Alemania.
Una vez que acabó la guerra, Schumacher hizo pública la existencia del tesoro de Tabora.
Hubo, al menos, dos intentos de recuperarlo. El primero tiene lugar en 1925, cuando el primer vicegobernador británico de la colonia (ahora llamada Tanganica) tras la guerra entra en posesión de un boceto hecho por el propio Schumacher señalando donde estaba, pero no tiene éxito.
El segundo sucede en 1962, cuando Tanganica se proclama independiente y se convierte en Tanzania. Ese año, Schumacher crea un nuevo mapa del tesoro basado en viejos planos de la ciudad de Tabora, se los manda a un empleado del Foreign Office británico, y este se los manda al primer Presidente de la Tanzania independiente, Julius Nyerere, que ordena su búsqueda. Tampoco tiene éxito: Tabora había crecido y cambiado tanto que les resultó imposible localizar el punto exacto.
A día de hoy, el tesoro con las 200 monedas no ha sido encontrado. Y Friedrich Schumacher falleció en 1975, así que no hay oportunidad de elaborar nuevos planos con conocimiento de primera mano.
Un éxito inmediato
Leyendo esto, igual te has preguntado porqué los ingleses estaban tan interesados en las 15 rupias de Tabora.
La respuesta es simple: desde el primer momento fueron un éxito rotundo que trascendió los mercados numismáticos, convirtiéndose pronto en una de las monedas alemanas más icónicas a nivel mundial, y en la única moneda de emergencia alemana (el famoso notgeld) hecha de oro.
Las 15 rupias estaban destinadas a circulación, especialmente para pagar el sueldo de los 15.000 Askari de von Lettow, los soldados alemanes nacidos en África, que recibían una pieza por cabeza, y a sus comandantes, que recibían dos. Y estos raramente la gastaban, guardándosela para ahorrar o de recuerdo. De hecho, existen testimonios anecdóticos de gente que heredó alguna de estas monedas de familiares que habían combatido allí.
Cuando cayó Tabora, los soldados aliados pudieron hacerse con algunas de estas monedas, que pronto se convirtieron en souvenires de guerra. Cierto número fueron encontradas en Tabora, pero también hubo una búsqueda activa de ellas: los ingleses prohibieron su exportación, y era rutina registrar a los prisioneros de guerra alemanes en su búsqueda.
Sin embargo, dado que ya eran propiedades privadas de los soldados, bajo la Convención de Ginebra, no se podían confiscar. Así que comenzó un mercadillo numismático a nivel país, en el que los ingleses ofrecían hasta 200 rupias alemanas por una moneda con un valor facial de 15, llegando al punto de ir a hospitales a preguntar a los heridos alemanes si tenían una.
Pronto, los soldados transmitirían la noticia de la existencia de las 15 rupias de Tabora a sus países de origen, comenzando así la leyenda de una moneda que pronto se convertiría en una de las más codiciadas del siglo XX.
De hecho, era tan, tan codiciada que el hasta el gobierno colonial inglés en Tanganica intentó falsificarlas, sin éxito. Desde entonces, cada cierto tiempo, salen al mercado todo tipo de falsificaciones, con mayor o menor nivel de refinamiento.
Y en 2008, parecía que la casa italiana Sincona había puesto una de esas falsificaciones a subasta. El hecho de que tuviera un detalle clave en su dibujo que era completamente diferente a todas las monedas verdaderas conocidas hasta entonces la delataba.
O eso creíamos todos.
Resulta que a alguien se le ocurrió hacerle ciertos análisis científicos a la supuesta falsificación, comparó los resultados con una pieza original, y llegó a la conclusión de que esa pieza que creíamos falsa, era realmente verdadera.
El misterio del Tipo C
Seguro que si te digo que uno de los estereotipos asignados a los alemanes es su amor por las reglas y la organización, no te sorprendo.
Friedrich Schumacher cumplía con este estereotipo perfectamente. Cada día, apuntaba cuántas monedas se acuñaban, y, gracias a eso, hoy tenemos un cuadro completo de la tirada de las 15 rupias de 1916.
En total, la tirada de las 15 rupias alemanas de Tabora de 1916 fue de 16.198 piezas.
Por fechas, tal como nos cuenta Meyer, se distribuyen así:
Periodo | Tirada |
---|---|
15.04.1916 – 30.04.1916 | 548 |
01.05.1916 – 31.05.1916 | 2.020 |
01.06.1916 – 30.06.1916 | 3.827 |
01.07.1916 – 31.07.1916 | 4.885 |
01.08.1916 – 05.09.1916 | 4.918 |
Total | 16.198 |
Con esto en la mano, para contarte de qué va este misterio, tengo que entrar en un tema un pelín más técnico en los que no suelo entrar a menudo: un análisis de cuños.
Sabemos que para acuñar el anverso con el escudo del segundo Reich se utilizaron dos cuños, haciéndose el cambio en Lulanguru en algun momento del mes de julio.
A las monedas acuñadas con el primer cuño las llamamos de tipo A y a las hechas con el segundo, de Tipo B. Hay bastantes maneras de distinguirlas, como contando los puntos que rodean el motivo (la llamada gráfila) pero lo más fácil es fijarse en el arabesco que termina entre la «T» y la «A» de «OSTAFRIKA».
Cuando termina justo debajo del principio de la «A», están hechas con el primer cuño, y por tanto, son de Tipo A:
Cuando el arabesco va hasta casi el final de la «T», terminando debajo de ella, están hechas con el segundo cuño, y son de Tipo B:
Por saber, hasta creíamos saber cuántas exactamente se acuñaron de cada tipo:
Tipo | Tirada |
---|---|
Tipo A | 6.395 |
Tipo B | 9.803 |
Total | 16.198 |
Pero la de la casa de subastas italiana terminaba justo entre la «T» y la «A», llegando el arabesco hasta más o menos la mitad de la «T». Tras comprobarse que la moneda había sido acuñada en Tabora, se le empezó a llamar Tipo C.
No sabemos ni en qué fechas se acuñó, ni si realmente se usó un tercer cuño o si es que uno de los otros cuños se rompió en algún momento. Incluso hay algunos estudiosos que proponen la hipótesis de que, tras la toma de Tabora, las autoridades inglesas intentaron replicar las 15 rupias con las máquinas originales, y que este tipo sale de esos intentos. Pero esto no está demostrado ni por asomo.
Sea como fuere, este es uno de los grandes misterios que rodean a la moneda desde el punto de vista académico.
Eso sí, desde el punto de vista comercial, no hay misterio ninguno: estas monedas valen un pastón.
¿Cuál el es valor de las 15 Rupias Alemanas de Tabora de 1916?
Con una tirada de 16.198 monedas, esta no es una moneda escasa, y suelen salir a subasta con una frecuencia relativamente alta. Además, dado que no circularon mucho, es fácil encontrarlas en un estado de conservación bastante bueno.
Pero no es una moneda a la que se le pueda llamar barata.
En un estado de conservación bajo, el valor de las 15 rupias alemanas de Tabora de 1916 está entre los 4.000 y los 6.000 euros. En conservaciones altas, su valor se puede ir a entre los 7.000 y los 8.000 euros.
Definitivamente, no es una pieza para todos los bolsillos. Y cómo iba a serlo, con toda la historia que tiene alrededor.
Excelente!!
Muchas gracias, Gustavo!
Apasionante historia que solo ha podido ser acuñada por la inteligencia humana.
Envidio tu capacidad de investigación y de narrador.
Muchas gracias, Francisco
Un fuerte abrazo.- Juan Bautista
Muchas gracias a tí por leerme, Juan Bautista! Como siempre, un placer leer tus comentarios.
Un abrazo.
Francisco
Que historia! Habia leido alguna vez sobre Von Lettow y sus campañas en el africa durante la primera guerra pero esto lo supera todo, desconocia a esta moneda, y en verdad este es uno de esos casos donde la realidad supera toda ficcion posible.
Muy bien narrada e ilustrada, te felicito y no dejo de sorprenderme por el nivel de tus articulos.
Saludos
Gustavo Gonzalez
Hola Gustavo,
Me alegro deque te haya gustado tanto. La verdad es que esta sí que es una de esas historias locas que demuestran que la numismática puede ser algo muy, muy curioso.
Un abrazo!
Una gran historia y super bien narrada. Gracias por compartirlo. Saludos desde Argentina
Muchas gracias a ti por leerlo, Bruno!
Ya ha pasado un tiempo desde que has escrito el artículo, pero yo lo he leído hoy. Decirte que me ha parecido un trabajo increíble: claro, ameno, documentado,… Mi enhorabuena por ese trabajo. A seguir así.
Un abrazo.
Muchas gracias por el piropo, Eduardo. Me alegra que te haya gustado tanto 🙂
Acabo de llegar a este artículo con un año de retraso pero oye, que me ha enganchado totalmente!
Muy buen artículo, muy buena historia y muy bien contada.
Un artículo numismático y una lección de historia.
Gracias
Mejor tarde que nunca, David! Me alegro de que te haya gustado, gracias a ti por leerlo!
Excelentes argumentos en todas las explicaciones de monedas y en donde se ofrece amplios conocimientos de la numismática y amplios márgenes de la historia
Enhorabuena una vez más.
Muchas gracias, Ramón! Me alegro de que te haya gustado 🙂