¡Este contenido es solo para VIPs!
El 23 de octubre de 1702, en el contexto de la Guerra de Sucesión Española, la marina borbónica recibió una de las mayores palizas navales de la historia contemporánea a manos de los ingleses y de los holandeses. Y, por supuesto, los hijos de la albión hicieron propaganda con ello: de ahí nacen las monedas conocidas como la serie de «Vigo», cuya joya de la corona son las 5 guineas de 1703.
Ésta es la historia.
La Primera Reina del Reino Unido
Por alguna razón, todas las Reinas de Inglaterra han tenido un efecto revolucionario y transformador en la manera en la que el país se ve a sí mismo. María de Escocia e Isabel I lucharían por el alma del país intentando imponer su religión, Victoria transformaría la nación en la mayor potencia industrial del mundo, e Isabel II reinaría sobre el desmantelamiento del Imperio.
Pero hay una reina por la que se suele pasar de puntillas pero que, en realidad, es providencial para la transformación de Escocia e Inglaterra en el Reino Unido con el Acta de Unión de 1707: la Reina Ana.
Ana heredó el 8 marzo de 1702, y casi por sorpresa, los tronos de Inglaterra y de Escocia, que en ese momento eran países independientes que compartían monarquía. Tenía 37 años, estaba enferma de gota, y había sufrido 17 abortos y la muerte del único hijo que tuvo. Protestante convencida y más inglesa que el té de las cinco, era hija del Rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia, y cuñada del Rey Guillermo de Orange. Dos señores que se odiarion tanto que hasta llegaron a enfrentarse en armas.
Y es que Guillermo de Orange no fue rey por sangre, lo fue por la fuerza. Ante el miedo de las clases altas inglesas de que su católico sobrino Jacobo II instaurara una monarquía papista, Guillermo invadió Inglaterra, y se proclamó Rey tras su triunfo decisivo en la Batalla del Boyne de julio de 1690, que pondria final a la llamada Guerra de los Dos Reyes.
A pesar de la paliza que le dio Guillermo, Jacobo II no renunció nunca a sus derechos monarquicos. Tras la batalla, huyó a Francia donde vivió bajo la protección de Luis XIV. Murió en 1701, tras lo cual su hijo Jacobo Francisco Estuardo continuó la reclamación, convirtiéndose en el nuevo pretendiente al trono inglés. Ese mismo año, el Parlamento inglés aprobaría el Acta de Establecimiento de 1701, prohibiendo que un católico fuera rey.
La medalla conmemorativa oficial de la coronación de Ana es toda una declaración de intenciones. Como explica en sus notas Isaac Newton, que fue quien la diseñó, en ella se puede ver a Ana vestida como la diosa Palas Atenea, mandándole los rayos de Zeus a dos señores que son mezcla de serpiente y troglodita. Estos señores son, precisamente, Luis XIV de Francia y Jacobo Estuardo.
La Reina no tardó mucho en tener la oportunidad de hacer exactamente eso que la medalla representaba: darle una paliza a Francia. Y es que, en 1701, estallaba la Guerra de Sucesión Española. Y Ana se iba a jugar el Reino en ella.
Y es que cuando Ana heredó el trono al morir su padre por una neumonía causada por un omoplato roto en una caída de caballo, no tenía buena fama entre los ingleses. De hecho, había una coplilla muy popular en aquellos tiempos que da una pequeña visión de la percepción pública de la reina antes de ser reina:
King William thinks all Queen Mary talks all Prince George drinks all And Princess Anne eats all.
Que vendría a traducirse como:
El Rey Guillemo lo piensa todo La Reina María lo dice todo el Príncipe Jorge se bebe todo y la Princesa Ana se come todo.
Así que, para Ana, la Guerra de Sucesión Española no era sólo una oportunidad de colocar a Inglaterra como una de las primeras potencias europeas a través de la reducción del poder francés, sino que era también una oportunidad de colocarse a sí misma como una líder efectiva y respetada en la mente de los británicos.
Y tenía que hacerlo sí o sí, por que si no, ahí estaba Jacobo para sustituírla.
La Batalla de Rande
La primera oportunidad para que Ana se luciera ante la opinión pública británica no tardaría mucho en llegar: sucedería sólo 6 meses después de su subida al trono.
Y es que el 23 de octubre de 1702, una flota combinada de 39 barcos británicos y 10 neerlandeses destrozó por completo a otra flota de 12 barcos españoles y 19 franceses en la Ría de Vigo.
Y cuando digo «destrozó», hablo de una de las mayores palizas navales de la historia contemporánea. Es que no sobrevivió ningún barco español ni francés: todos fueron o capturados, o hundidos, o incendiados.
Pero, antes de ver cómo sucedió semejante derrota, rebobinemos un poco.
¿Dónde desembarcamos la plata?
El 11 de junio de 1702, la flota de Indias a mando del General Manuel de Velasco y Tejada salía de Veracruz, en la actual México, cargada de oro, plata, especias y bienes manufacturados. Aunque la flota de Indias viajaba a través del Atlántico con una frecuencia anual, no se había hecho ningún viaje desde 1699 por miedo a los piratas del Caribe, que llevaban unos años bastante activos en la zona.
Tras tres años sin viajes, había mucho que transportar, y Velasco dio la orden de dejar en tierra cualquier peso extra que no fueran mercancías y riquezas coloniales. Eso incluía muchos de los cañones y otras armas de guerra que generalmente defendían los galeones mercantiles de la época.
Y es que esta flota sería la encargada de transportar el mayor tesoro de la historia de Indias.
El General iba en el navío Jesús, María y José, uno de los tres barcos destacados desde la Armada de Barlovento, encargada de proteger el comercio de Indias y que por aquel entonces ya estaba en decaída acuciante. Esos serían los tres únicos barcos de guerra españoles en la escuadra.
Esta flota española iba acompañada de una flotilla de protección enviada por Francia y capitaneada desde el navío de línea Le Fort por el Almirante François Louis de Rousselet, Marqués de Chateâu-Renault.
Tras una parada en La Habana, el 24 de julio iniciaron su travesía atlántica. Sin embargo, para aquel entonces, los comandantes ya habían recibido noticias de la entrada de Inglaterra en la guerra. E Inglaterra, lo primero que hizo, fue bloquear e intentar ocupar el puerto de Cádiz, que era, con Sevilla, la principal de productos americanos en Europa y la vía de comunicación primaria entre la España penínsular y sus colonias.
Ante ese panorama, Velasco y Chateâu-Renault se dan cuenta de que necesitan un puerto alternativo para descargar sin interferencia británica. Velasco propone Pasaia en Guipuzkoa, mientras que el francés prefiere La Rochelle, en Francia. Al final de las charlas, llegarían a un acuerdo de compromiso: descargarían en Vigo. Llegarían a la ciudad gallega el 23 de septiembre tras un viaje bastante accidentado.
Sin embargo, al arribar allí, el Príncipe de Brabanzón, Capitán General del Reino de Galicia, les dice que no les queda otra que esperar para descargar las mercancías ya que todo el aparato funcionarial que generalmente controlaba la carga se encontraba en Cádiz y en Sevilla, y les propone seguir hasta Ferrol, cosa a lo que los almirantes se niegan.
Y cuando pudieron empezar a desembarcar la carga el 27 de septiembre, pronto quedó meridianamente claro que el puerto de Vigo no tenía la infrastructura para acometer rápidamente semejante transacción, así que le dieron prioridad al oro y a la plata que formaba parte del impuesto a pagar a Felipe V de España, que se llevarían por tierra a Lugo y, de ahí, a la capital.
Una paliza histórica
El 30 de septiembre, el Almirante George Rooke, que capitanea la flota combinada anglo-holandesa que estaba atacando Cádiz, queda convencido de que la batalla por la ciudad andaluza estaba perdida y ordena poner rumbo a casa.
Su primera parada fue en el puerto de Lagos, en el Algarve portugués, antes de continuar hacia la Bahía de Vizcaya. Sin embargo, tras haber continuado el resto de buques la travesía, el navío Pembroke (que, curiosamente, años después acabaría siendo parte de la armada española con el nombre de Lanfranco) quedó rezagado en el puerto luso para cargar agua. Allí, su capitán, Thomas Hardy, se entera de la que la Flota de Indias hispano-francesa está en Vigo. Hardy sale inmediatamente en persecución de Rooke, al que alcanza cuando está a punto de cruzar la Bahía de Vizcaya el 17 de octubre.
Tras hablar con el almirante holandés Philips van Almonde, Rooke decide darse la vuelta y atacar. Tras enviar a algunas naves a inspeccionar el puerto gallego, el día 22 de octubre la flota anglo-holandesa entra en la Bahía de Vigo.
Pero los gallegos no se habían quedado de manos cruzadas y habían diseñado una estrategia defensiva basada en dos grandes pilares. El primero es que la bahía estaría defendida por una maraña de cables, maderas, pequeños botes y mástiles de barcos que formaban una suerte de barricada impidiento su paso. Para lidiar con eso, los ingleses equiparon a un navío, el Torbay, con un ariete gigantesco que en la mañana del 23 de octubre limpió suficientes escombros como para hacer un hueco por el que pudieran pasar el resto de barcos, que encañonaron sin piedad a la flota combinada hispano-francesa.
El segundo gran pilar fueron los castillos que rodeaban la Bahía, a los que se equiparía con cañones franceses y con milicianos traídos desde Tui y desde A Coruña, y que servirían para bombardear a los atacantes. La solución inglesa fue mandar al Duque de Ormonde con ingentes números de tropas de tierra a que los tomara, cosa que hicieron tras una batalla encarnizada.
Con los cañones de los castillos de tierra apuntando a los navíos españoles, y los barcos ingleses y holandeses dentro de la Bahía de Vigo y bloqueando su salida, la batalla estaba perdida para los españoles y los franceses.
Al final de ese día 23 de octubre, viendo que los atacantes ya estaban tomando la carga de los tres barcos que aún tenían tesoro, Velasco da orden de que se quemen todos aquellos navios que todavía no hayan sido hundidos o capturados.
En total, los 12 barcos españoles y 19 franceses que formaban la flota fueron capturados, hundidos o incendiados. Las estimaciones de bajas en ambos bandos varían según la fuente, pero van desde los 800 a los 1.200 en el bando anglo-holandés, y desde los 800 a los 2.000 en el bando hispano-francés.
De entre todos los barcos que participaron en la contienda, quizá el más famoso de todos sea el que tradicionalmente se cree que es el Santo Cristo de Maracaibo, pero que realmente parece ser que es el Nuestra Señora de los Remedios. Aunque el navío estaba seriamente dañado, durante la batalla fue apresado por uno de los capitanes ingleses con una carga de plata y oro por valor de un millón de libras (que se cree que hoy pueden valor 3.500 millones de euros).
Debido al desconocimiento de los terrenos marítimos y de las mareas de Galicia, el capitán inglés partió hacia Gran Bretaña en una fecha poco propicia, y el navío capturado naufragó, sin saber aún hoy en día muy bien cómo. Se pudieron salvar algunas cargas que estaban en la parte superior del buque, pero los metales preciosos estaban en bodega, así que se fueron a pique con el pecio.
Éste es el origen de la leyenda del Tesoro de Rande, que aparece, por ejemplo, en 20000 Leguas de Viaje Submarino, de Julio Verne.
El tesoro capturado
La victoria anglo-holandesa en lo que pasaría a la historia en España como la Batalla de Rande, y en Inglaterra como la Battle of Vigo Bay, fue tan completa que les dio tiempo a quedarse varios días en Vigo a saquear lo que pudieran.
Pero se llevaron una gran decepción.
Y es que esas grandes cantidades de plata y oro que esperaban poder llevar de vuelta a Gran Bretaña ya no estaban allí. Ese mes de margen entre que la flota local comenzó a descargar metales preciosos y la llegada de la escuadra de Rooke fue providencial para que éstos últimos no se pudieran llevar mucho.
De hecho, la mayoría de estimaciones dicen que el tesoro capturado fue de 4.504 libras de plata y unas míseras 7 libras y 8 onzas de oro.
No he visto en ningún lado qué tipo de libra de las que se usaban entonces era exactamente, si avoirdupois o troy, pero teniendo en cuenta que esta última era la que se usaba en la época para metales preciosos, será la que usemos para la conversión a kilogramos: alrededor de 1.681,08 kilos de plata y 2,86 kilos de oro. Se cree que el valor era de 14.000 libras esterlinas de la época.
(Hay un artículo académico titulado The Destruction of the Spanish Silver Fleet at Vigo in 1702 que quizá tenga las cifras exactas, pero no tengo acceso. Si alguien lo tiene, que me lo diga en un comentario!)
La hora de la propaganda
Cuando sucedió la Batalla, Inglaterra no estaba en una buena posición económica. Dado que llevaban lidiando con levantamientos católicos y múltiples guerras con Francia y Holanda durante los 25 años anteriores, la hacienda británica tenía los cofres casi vacíos, por lo que la llegada de la plata y el oro español era más que bienvenido.
Añádele a eso la necesidad de la Reina Ana de afianzar su posición en el trono, y de convencer a sus súbditos de que la guerra era necesaria y de que iba viento en popa, y te puedes imaginar lo que pasó: una operación propagandística de primer orden.
Desde siempre las monedas son una de las herramientas propagandísticas más poderosas: toda la población las quiere, las mira, y asume el mensaje que aparece en ellas.
Y los inicios del siglo XVII no eran una excepción a esa vertiente propagandísitca de la numismática. Así que Ana ordenó acuñar monedas con el botín.
De todo el tesoro capturado, el oro y 318 libras y 1 onza de plata fueron entregados a la Royal Mint, y con ello se fabricaron monedas de oro y plata por valor de 1.000 libras esterlinas.
Y no te creas que se llevaron de estrangis en un carro blindado, no. Se hizo un desfile militar enorme, con toda la pompa y circunstancia que te puedes imaginar de los ingleses, con el objetivo de entregarle su parte del tesoro a la Royal Mint de Isaac Newton.
Sí, ese Isaac Newton.
Isaac Newton en la Royal Mint
Todos conocemos, o deberíamos conocer, a Isaac Newton, padre de la teoría de la gravedad, del cálculo, de la mecánica orbital y de la óptica moderna.
Pero una de sus facetas menos conocidas por el público general es el de Director de la Royal Mint, la fábrica de moneda (o ceca) británica, que por aquel entonces estaba situada en la Torre de Londres. Newton ocupó ese puesto desde el día de Navidad de 1699 hasta su muerte en 1727.
Sin embargo, su entrada en la institución fue tres años antes. En 1696, y propuesto por el Chancellor of the Exchequer (posición que siguen existiendo hoy en día en el gobierno birtánico y que equivale a un ministro de economía) se había convertido en el «Warden of the Mint«, puesto semiceremonial que consitía en, básicamente, asegurarse de que los procedimientos eran cumplidos.
Cuando el Director anterior falleció, le ofrecieron el ascenso, que incluía una parte de los beneficios totales de la ceca como su salario.
Si has leído alguna vez una biografía de Newton, te extrañará que aceptara algún puesto semiceremonial, como el de Guardián o el de Director, que en principio también lo era.
Y es que el científico se lo tomaba todo muy en serio, y estos puestos no fueron excepción. Durante sus 28 años como director, la actividad de Newton al frente de la ceca fue frenética.
Por ejemplo, la propia Royal Mint cita que era un administrador increíble capaz que rutinariamente perseguía a falsificadores de moneda, que experimentó con la finura del cobre y probablemente con la de la plata y el oro, y que es responsable de reformar el sistema monetario inglés. También compró equipamiento nuevo y reorganizó el organigrama de la compañía.
Newton y el Trial of the Pyx
Pero su gran contribución a la Royal Mint fue establecerla como la fábrica de moneda más precisa del mundo. Te pongo un ejemplo de los extremos a los que llegó Newton:
Desde 1282, y aún hoy en día, el peso, tamaño y finura del metal de las monedas británicas se comprueba a través de una ceremonia conocida como el Trial of the Pyx, en la que el Gremio de Orfebres de Londres compara las monedas con unas placas de metal estadarizadas para ver si su fabricación ha sido correcta.
Pues en 1710, el jurado del Trial of the Pyx determinó que la finura del oro de las monedas hechas por Newton ese año estaba por debajo de lo esperado. Las placas que se había usado habían sido introducidas tres años antes, en 1707, y lo primero que hizo Newton, que estaba increíblemente seguro de sí mismo, fue desconfiar de ellas y enfurecer hasta el punto de que lo echaron de la cámara donde se estaba celebrando la ceremonia.
Pero tenía la razón. Efectivamente, fue capaz de demostrar científicamente que el problema no estaba en las monedas, sino en las placas, que no se regían por los estándares correctos. En el Trial del año siguiente, se retornó a las placas anteriores, hechas en 1688.
Las monedas de la serie «Vigo»
Como responsable de la Royal Mint, Newton fue quien recibió el encargo directo de poner «Vigo» en las monedas de la Reina Ana. Y Ana especificó exactamente dónde lo quería:
En letras pequeñas debajo de nuestras efigies, las cuales pretendemos que sean una marca de distinción del resto de nuestros dineros de oro y plata, y que contInúen para la posteridad el recuerdo de esa gloriosa acción
Draft of Royal Warrant to Coin Vigo Booty, with the inscription ‘VIGO» on all coins (traducción mía)
Y, por supuesto, Newton cumplió. Se emitieron ocho monedas en siete denominaciones, todas con, más o menos, el mismo diseño.
En el anverso de las monedas figura el busto de la Reina Ana con la leyenda en latín «ANNA DEI GRATIA» (Ana por la Gracia de Dios) y el famoso «VIGO». En reverso aparecen, en el sentido del reloj, los escudos coronados de Inglaterra, Escocia, Francia e Irlanda rodeando al emblema de la Orden de la Jarretera, y la leyenda en latín «MAG · BR · FRA · ET · HIB REG · 1703» («Magna Britania, Francia et Hibernia Regina», o, en español, «Reina de Gran Bretaña, Francia e Irlanda»).
Seis Peniques 1703
La moneda de 6 peniques (sixpence en inglés) de 1703 está hecha de plata .925, mide 22 milímetros de diámetro y pesa 3 gramos.
El ejemplar de la foto, que está en un estado de conservación excepcional, se subastó en Classical Numismatic Group en 2015 con un precio de martillo de 873 dólares.
1 Chelín 1702 y 1703
Las monedas de 1 chelín están hechas de plata .925, miden 25 milímetros de diámetro y pesa 6 gramos.
Dado el poco tiempo que hubo desde la llegada del botín de plata y oro a Londres hasta el final de año, los chelines de 1702 son las piezas de plata más raras de la serie Vigo. La de la foto, que está en un estado bastante regulero, se subastó en Tauler y Fau en noviembre de 2018, con un precio de martillo de 201 euros.
Este chelín de 1703, aunque un poco mejor conservado que el de la foto anterior, sigue sin ser ninguna maravilla. Aún así, se subastó en Künker en octubre de 2014 por un precio de martillo de 400 euros.
1/2 Corona 1703
La media corona de 1703 está hecha de plata .925, mide 34 milímetros de diámetro y pesa 15,05 gramos.
La que ves en la foto se subastó en la casa Classical Numismatic Group en diciembre de 2020. Alcanzó un precio de martillo de 1.200 dólares, unos 1.000 euros.
1 Corona 1703
Ésta es la moneda de 1 corona, equivalente a 5 chelines. Está hecha de plata .925, mide 38,6 milímetros de diámetro y pesa 30,1 gramos.
La de la foto se subastó en Heritage en enero de 2020 por 54.000 dólares (unos 45.000 euros) a lo que hay que sumarle las comisiones de la casa.
1/2 Guinea 1703
Con la media guinea de 1703, entramos en las fabricadas en oro .917, y aunque es la más pequeña, parece ser la más rara de todas. Mide 20 milímetros de diámetro y pesa 4,2 gramos.
La que ves arriba se subastó en la casa estadounidense Heritage Auctions en enero de 2020, con un precio de martillo de 55.200 dólares, unos 46.500 euros.
1 Guinea 1703
La moneda de 1 guinea de 1703, hecha de oro .917, pesa 8,39 gramos y mide 25 milímetros.
La de la foto se subastó en la casa británica Baldwin’s en enero de 2019, y se adjudicó por un precio de martillo de 80.000 dólares, unos 67.300 euros.
5 Guineas 1703
La joya de la corona de la serie «Vigo» son las 5 guineas de 1703. Se cree que existen menos de 20 ejemplares de este monedón, hecha de 41,75 gramos de oro .917, con un diámetro de nada más y nada menos que 37 milímetros.
Las de la foto se subastaron en Heritage en enero de 2021, con un precio de martillo de 270.000 dólares, unos 227.000 euros, a los que hay que sumarle la comisión de la casa.
Una pieza en mejor estado (MS62 en la escala Sheldon) llegó a los 900.000 dólares cuando fue subastada en la casa Baldwin’s en enero de 2019.
¿Y en España?
Pues para los Borbones, desde el punto de vista económico la derrota no fue para tanto. Los navíos zozobrados eran mayoritariamente de carga, y aunque se había perdido mercancía en cantidades cuantiosas, la mayoría de metales preciosos sí habían sido descargados.
Sin embargo, la Batalla de Rande sí que tuvo un impacto geoestratégico que aún perdura hasta nuestros días. Este enfrentamiento fue el causante directo del cambio de bando de Portugal, que pasó al lado de los Austrias en la Guerra de Sucesión, proveyendo así a las armadas inglesas de bases militares con las que controlar el mar alrededor de la Península Ibérica. Poco después, invadirían Gibraltar, y están allí desde entonces.
Por cierto, los ingleses lo volverían a hacer otra vez en 1745, esta vez Jorge II con Lima. Pero esa es una historia para otro día.
Un artículo muy interesante. Llevaba tiempo pensando en ponerme con este tema, pero lo voy dejando un día por otro… y así llevo años 😀
Gracias por la información.
Sobre el artículo que pides, aquí te lo dejo: https://www.amazon.com/clouddrive/share/Umqy9rWqzX33GHQ4SQIDOiARqqSmTL1kM5jQ9XYANGm
Saludos,
Adolfo
Muchas gracias por el piropo y por el artículo, Adolfo!
Así ya tengo yo unos cuantos artículos también, te entiendo perfectamente.
El Maestro de la Casa de la Moneda, Isaac Newton, declaró en junio de 1703 que el metal total entregado a él en esa fecha, era 4504 libras 2 onzas de plata (~ 2.043 kg) y 7 libras 8 onzas y 13 dwt de oro (~ 3.4 Kg), estimado en un valor de apenas £ 14.000.
http://www.mernick.org.uk/lnc/talks/vigo.htm
Ese enlace lo ví también. Pero no especifica qué tipo de libra es.
Buen artículo Don Francisco. Puede consultar el texto de Henry Kamen, en una traducción que publicó el Instituto de Estudios Vigueses. Aquí puede descargarse el boletín en pdf. Le aviso de que hay un 0 de más en parte de Chateau-Renauld.
https://www.ievigueses.com/gl/publicacions/glaucopis-boletin-del-instituto-de-estudios-vigueses-nro-3
En cuanto a lo del galeón de las Cíes, sí que es el Remedios, iba casi vacío y se cree localizado en 2019 en una campaña en que colaboró la Armada Española. Está sepultado por los sedimentos.
Reciba un cordial saludo.
Muchísimas gracias por el enlace y por la información añadida, Don Yago! Lo leeré con detenimiento.
Un saludo.
Gran artículo, como siempre, pero tiene un pequeño error ya que la reina Ana no era hija de Guillermo III de Orange y María II sino su cuñada y hermana respectivamente.
Ana era, al igual que María II, hija de Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia y fue la última reina Estuardo, ya que a su muerte heredaron la corona sus primos Hannover.
Un saludo
Pues toda la razón, José. Vaya error más tonto que cometí ahí, lo corrijo inmediatamente. Muchas gracias!