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La moneda de 1 Cent de Canadá de 1936 es una moneda fascinante: tiene una historia detrás llena de amor, muerte, robos, y, por en medio, un tío muy espabilado. Y, aún encima, su precio es desorbitante. Pero antes de empezar con ella, te voy a pedir que te fijes en dos fotos.
Esta es la primera foto. Esta moneda se puede comprar por unos 35 euros en este estado, sin circular. Si la compras circulada, vale 1 euro.
Esta es la segunda foto. Esta moneda costó 312.000 dólares.
Has leído el título de este artículo, así que seguro que ya sabes cuál es la diferencia: la segunda tiene un minúsculo punto debajo del 1936, y la primera no.
Quizá te pueda parecer una chorrada, especialmente con semejante precio, pero el centavo de 1936 de Canadá es la pieza perfecta para explorar qué hace que una moneda sea interesante, pero también qué es exactamente lo que hace que una moneda sea cara.
La historia del Cent de 1936 con Punto: amor, escasez y un tío muy espabilado
El centavo canadiense de 1936 es una moneda diminuta: mide 19,05 milímetro de diámetro. Es, más o menos, del mismo tamaño que una moneda de 2 céntimos de euro, que mide 18,75 milímetros. Eso quiere decir que el tamaño del famoso punto de bronce es igual al de una punta de aguja.
Casi imperceptible.
Pero ese punto señala la historia más curiosa de la numismática de Canadá, y una de las más interesantes del mundo.
Y esa historia, como muchas otras historias, comienza con una muerte. Y no la de un tipo cualquiera: es la muerte de un rey.
Abdicando por Amor
Jorge V, monarca de Reino Unido y, por tanto, de Canadá, muere el 20 de enero de 1936. En ese mismo instante, su hijo mayor Eduardo asciende al trono tomando el nombre de Eduardo VIII.
Eduardo VIII se convertiría en uno de los reyes más polémicos de toda la historia de Inglaterra.
Casi todo el mundo ha oído la historia de amor de Eduardo y Wallis Simpson: cuando se quiso casar con ella, una divorciada americana, le hicieron elegir entre el amor y el trono. El Rey es la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, que no reconoce el divorcio, así que… ¡cómo se va a casar el Rey con una divorciada!
Pero la verdad es que esto solo era la gota que colmaba el vaso. Desde el primer día, Eduardo se mostró dispuesto a romper con muchas tradiciones de la monarquía inglesa. Por ejemplo, en vez de ir a la proclamación de su propio ascenso al trono, la vio desde una ventana, algo sin precedentes.
Otro ejemplo: en una de sus primeras visitas oficiales, fue al sur de Gales a ver como vivían los mineros tras haber sufrido la Gran Depresión. Al ver sus pésimas condiciones, Eduardo exclamó que había que hacer algo. Los políticos lo tomaron como una interferencia en política interior, algo que es revolucionario y a la vez extremadamente inaceptable para un rey británico.
Y, siendo como son el vehículo propagandístico por excelencia, el nuevo rey no tuvo reparo en mostrar ese carácter rebelde también a través del retrato de su futuras monedas.
En la numismática inglesa, la tradición desde tiempos inmemoriables es que si el Rey anterior miraba a la derecha, cuanto tú seas rey te tocará mirar a la izquierda. Y al revés, si tu predecesor miraba a la izquierda, tu mirarás a la derecha. O, dicho de otra manera, la orientación del retrato se alterna.
A Eduardo le tocaba mirar a la izquierda. Pero dijo que no, que el miraría a la derecha. Una clara representación simbólica de que él pasaba de tradiciones, él venía a cambiar la Institución (o, si crees a sus detractores, fue porque era un tío tan vacuo que simplemente quería enseñar la raya de su peinado, el último grito en peluquería del momento).
Sea como fuere, Eduardo y la Royal Mint, la fábrica de monedas británica (o ceca, como se dice en el mundillo), se pelearon por ver a qué lado miraba casi hasta el final de su reinado, lo que retraso todo el proceso de diseño.
El 10 de diciembre de 1936, Eduardo elige el amor. Y al día siguiente, el 11 de diciembre, se hace oficial su abdicación en su hermano pequeño, que se convertirá en Jorge VI.
Las monedas de Eduardo VIII
Después de abdicar, Eduardo le pidió a su hermano unos ejemplares de las monedas con su retrato. Jorge VI dijo que no.
La razón que dio el nuevo rey es que no habían sido emitidas de forma oficial, y, por tanto, no eran monedas, sólo pruebas.
Y es que, normalmente, cuando hay un cambio de Rey, las monedas no reflejan la sucesión hasta que se emiten las del año siguiente. Por ejemplo, aunque Juan Carlos I abdicó en 2014, las monedas con el retrato de Felipe VI no salieron hasta 2015.
En Inglaterra pasa lo mismo. En 1936, lo que hizo la Royal Mint fue diseñar y elegir el retrato del nuevo monarca, hacer pruebas varias de acuñación, y adaptar las máquinas a las nuevas circunstancias. Estaba previsto que la fabricación en masa de las monedas de Eduardo VIII comenzara el 1 de enero de 1937 a las 8 de la mañana.
Pero la abdicación, por supuesto, descarriló todos esos planes. De hecho, solo en algunas de las colonias de África y de Oceanía, y en un par de estados principescos de la India, se llegaron a emitir algunas monedas a nombre de Eduardo VIII. Pero nunca con su retrato.
Quien sí que no hizo ninguna referencia a Eduardo fue Canadá.
Una solución improvisada
La Royal Canadian Mint, la ceca del país del sirope de arce, había dejado de ser una rama de su prima inglesa en 1931 para convertirse en una entidad independiente. Por norma general, todavía seguía los mismos procedimientos que su antigua casa madre.
Y la abdicación de Eduardo, a 20 días del inicio de 1937, les cogió con los pantalones bajados.
Estaban en un atolladero. No podían emitir monedas de 1937 con el retrato de Jorge VI porque todavía no existía, pero no podían emitir monedas de 1937 con el retrato de Eduardo VIII porque ya no era rey.
Lo lógico, que fue lo que hizo Reino Unido, sería parar la producción de monedas y esperar a que se eligiera el retrato del nuevo rey para empezarlas a fabricar otra vez.
Pero Canadá se encontró con un problema, y es que sus monedas de 1, 10 y 25 centavos estaban escaseando en circulación, y se temía que hubiera una falta total de cambio.
Hoy en día, como demostró Estados Unidos el año pasado, esto es un gran inconveniente, y eso que podemos pagar con tarjeta. Pero para economías pre-invención de los ordenadores se convierte en una catástrofe: cuando un tendero tiene que rechazar clientes porque no puede dar el cambio y acaba cerrando, comienza un efecto cascada que comienza con lo que ahora llamamos PYMES y que acaba afectando a todas las áreas de producción.
Visto lo visto, Canadá no podía dejar de emitir monedas en 1937.
Así que improvisaron una solución: segurían acuñando monedas con fecha de 1936 en 1937, pero a las de 1937 les pondrían un minúsculo punto para distinguirla. Si la moneda fuera un reloj, el punto estaría localizado en la hora 6.
Y así nacieron las tres monedas con punto.
De los 25 céntimos, se acuñaron 5 pruebas y 153.322 piezas para circulación. En 2010, una de las pruebas costó unos 70.000 euros al cambio, mientras que la última de versiones para circulación en buena conservación (lo que en el mundillo se llama un estado EBC) que he visto en subasta costó 85 euros al cambio.
De los 10 céntimos, se conocen 6 pruebas, de los que 3 están en museos. El próximo 7 de noviembre sale a subasta el de esta foto con un precio de salida de 95.000 dólares canadienses, unos 66.000 euros al cambio.
De la pieza de 1 centavo se conocen 4 pruebas, y una está en un museo. El 7 de noviembre sale a subasta el de esta foto (la segunda de las tres veces que verás esta imagen en particular en este artículo), con un precio de salida de 385.000 dólares canadienses, unos 270.000 euros al cambio.
Este es el mejor ejemplar de los dos en colecciones privadas conocidos. La penúltima vez que se subastó, en 2010, llegó a un precio final de 402.500 dólares estadounidenses. Teniendo en cuenta la inflación, eso son 506.336,79 dólares de 2021, unos 438.000 euros con el cambio de hoy.
Y la última vez que ese mismo ejemplar se puso a la venta fue en 2019. Su precio bajó un poco: 312.000 dólares, unos 270.000 euros. La diferencia es que se eliminó una capa de laca que recubría a la moneda, lo que le hizo bajar un punto en la escala de conservación Sheldon.
La Royal Canadian Mint no hizo público lo que había hecho con el punto. No he podido encontrar el por qué exacto, pero mi hipótesis es que la escasez de circulante es una profecía autocumplida: si mencionas que podría haberla asustas al público, que entra en pánico y la acaba provocando.
Pero algunos coleccionistas se dieron cuenta de que el punto estaba ahí alrededor de 1939, al verlo en la de 25 centavos. Y llegaron a la conclusión de que si había algunas monedas de 25 que lo tenían y eran muy raras, las otras tenían que tenerlo también y serían igual de raras. ¿Lógico, no?
De puntito a puntazo
Pues no.
Por más que buscaran, no aparecía ninguna ni de 1 centavo ni de 10 que tuviera el famoso puntito. Los comerciantes de monedas llegaron a poner anuncios en periódicos, revistas y hasta en cómics para ver si alguien les vendía una, pero nada.
Lo que si que sucedió es que, con tanto anuncio, la fama de la moneda salió de los círculos especializados y comenzó a ser conocida entre el gran público, que la veía como la solución a sus problemas monetarios, como si fuese una suerte de lotería. Así se convirtió en la pieza mítica que es hoy en dia.
Y los comentarios que hizo en 1952 el director de la fábrica de moneda canadiense, Walter Clifton Ronson, no ayudaron a calmar el ambiente. Dijo que la ceca había producido con el punto 678.823 piezas de un 1 centavo y 191.237 de 10.
Nunca aparecieron, y a día de hoy no se sabe qué ha pasado con esas piezas. La explicación más aceptada es que, dado que el retrato de Jorge VI se aprobó relativamente rápido, se pudieron acuñar monedas con fecha de 1937, y todas las de 1936 con punto de 1 y 10 centavos fueron destruídas.
Pero hubo un tío con olfato que sí que encontró ejemplares. En plural.
El espabilado de turno: John Jay Pittman
Cambiemos de escenario para irnos al sur de la frontera.
En Rochester, Nueva York, vivía un señor llamado John Jay Pittman. Era un tío de clase media que trabajaba para la Kodak, y que según cuentan otros coleccionistas, no es que tuviera mucho dinero para pagarse la aficción.
Pero, contra todo pronóstico, se convirtió en uno de los coleccionistas numismáticos más famosos del siglo XX. Y es que, a la chita callando, se sacó de la manga una colección que se acabó vendiendo, tras su muerte en 1996, por unos 25 millones de dólares. Se gastó en ella un total de 100.000 dólares, muchos de los cuales salieron de hipotecar la casa para pagar por monedas. Literalmente.
Pittman tenía olfato para identificar monedas raras e infravaloradas por el mercado numismático de alto nivel, el conocimiento suficiente para aprovecharlo, y la inteligencia emocional adecuada para encontrar y convencer a quien las tuviera de que se las vendiera.
Y fue quien sacó a la luz los cuatro ejemplares del centavo con punto que conocemos hoy en día.
Resulta que la Royal Canadian Mint vendió tres conjuntos de monedas de 1937 con punto a dos de sus empleados.
Uno lo compró un tal Roberts, que era amigo de Pittman. Poco antes de que el empleado de la ceca falleciera en 1951, el numismático pudo comprar parte de su colección, quedando la otra parte para la viuda. Y esa parte incluía un centavo con punto. Cuando falleció, John Jay fue a ver a la viuda para comprar el resto de monedas, cosa que consiguió en 1954.
Los otros tres estuches los compró un hombre llamado Maurice LaFountain (o Lafortune, según que fuente uses). Tras ver el ejemplar de Roberts, Pittman buscó a todos los empleados de la ceca que pudieran tener uno, y a finales de 1951, encontró a LaFountain, quien le vendió uno de los estuches por 500 dólares de la época, unos 5.275 dólares o 4.560 euros de 2021. Tres años después, le vendería el segundo.
El tercer estuche se lo quedó el mismo LaFountain, y tras su muerte (y sabiendo lo que valía) su hijo Robert lo donó a la Colección Numismática del Banco de Canadá en abril de 2016.
Un ladrón se arrepiente
Hay que decir que Pittman no tuvo una vida numismática tranquila. Quizá su peor momento fue cuando entraron en su casa en 1964 y se la robaron casi toda.
Incluyendo uno de los estuches de 1937 con las monedas con punto.
Parece que el ladrón se debió de arrepentir, porque unas semanas después, llegó a casa de Pittman un sobre sin ningún tipo de dirección o remite. Y dentro, estaba el Centavo con Punto junto con otras monedas.
Eso sí, la moneda no volvió como se había ido: el centavo apareció con rayones y marcas varias, prueba clara de un manejo extremadamente descuidado.
De mano en mano
Como te dije, Pittman falleció en 1996. Fue el 17 de febrero, un día antes de su 83 cumpleaños. Poco después, su familia puso su colección a subasta, que tuvo lugar en tres sesiones diferentes celebradas entre 1997 y 1999.
En ellas, uno de los dos estuches se deshizo, y las monedas con punto se vendieron individualmente. El otro se fragmentó en 2010.
Desde entonces, el Centavo con Punto de 1936 aparece en subasta pública muy esporádicamente, quizá una vez cada década.
Normalmente, cuando escribo un artículo de este tipo, aquí habríamos llegado al final de la historia. Pero una de las cosas que hace al Centavo con Punto tan especial, es que nos permite ver con claridad qué es exactamente lo que hace que una moneda sea cara.
¿Qué hace que el Cent de 1936 con Punto sea tan caro?
Hay gente que ajena al mundillo que piensa que el valor de una moneda está determinada por su antigüedad, y piensa que porque sea de hace 1000 años, ya tiene que ser muy valiosa en terminos monetarios.
Pero nada más lejos de la realidad.
El mercado numismático funciona como cualquier otro mercado: lo que marca el precio es la oferta y la demanda. Si hay más gente interesada que unidades disponibles para comprar, el precio sube. Y si hay más unidades que gente interesada, baja.
Lo interesante es ver qué es exactamente lo que hace que la oferta y la demanda suba. Y el Centavo de 1936 es la moneda perfecta para las cinco variables principales (dejando a un lado cosas extrañas como que dos pujadores se piquen entre ellos):
Escasez
Solo se conocen cuatro ejemplares de la moneda. Y uno de ellos está en la Colección Numismática Nacional del Banco de Canada.
Eso quiere decir que las oportunidades para adquirir una son más bien escasas. Con suerte, alguna de las tres piezas que quedan en colecciones privadas sale a subasta una vez cada década. Es decir, todo coleccionista de moneda canadiense que se lo pueda permitir va a intentar ganar la puja.
Y eso es demanda.
Conservación
De los tres ejemplares en manos privadas, dos están en estados de conservación muy elevados. Pero el otro, el que fue robado, no tanto: tiene rayones.
Comparemos dos subastas en momentos similares, así podemos desechar la inflación y los ciclos del mercado numismático.
Este es el ejemplar que se vendió por penúltima vez en 2013 por 402.500 dólares (tercera y última vez que pongo la foto, prometido).
Y este es el ejemplar que fue robado. La última vez que se vendió fue en 2020. Su precio de martillo fue de 265.750 dólares, unos 229.000 euros. Fíjate en los rayones a la izquierda del retrato de Jorge V, y en la hendidura en rabillo de arriba del 3 de 1936.
La diferencia entre la mejor y la peor conservada es de 60.000 dólares.
Eso nos permite ver que, cuando todas las demás variables son exactamente iguales, el precio de la moneda mejor conservada será mayor que el de la peor.
Historicidad
El famoso punto de bronce surge por, y es testigo de, un evento rarísimo: que un Rey de Inglaterra abdique.
Sólo seis monarcas han abdicado en toda la historia del país, y Eduardo VIII fue el único que no tuvo que abdicar bajo amenaza de violencia. Además, hacía tres siglos que no pasaba: el anterior fue Jacobo II en 1688, con el triunfo de la Revolución Gloriosa.
Y es que, una moneda relacionada con un evento de la historia que sea mundialmente conocido siempre va a ser más cara que otra atada a un suceso más oscuro.
Popularidad
El hecho de que haya habido anuncios en presa de comerciantes y coleccionistas buscando esta moneda contribuyó a darle cierto estatus de leyenda que ha trascendido a la comunidad numismática para llegar al público general.
Las pocas veces que algo así sucede suele traer dos consecuencias.
La primera es que la moneda se convierte en una pieza de prestigio, pues no hace falta saber mucho de numismática para conocer su importancia.
Y la segunda es que ojos ajenos, normalmente inversionistas, entran en el mercado en busca de la moneda con la idea de refugiar dinero o especular con ella. Eso aumenta la demanda.
Procedencia geográfica
La moneda es canadiense, un país en el que se habla inglés y francés. Dos idiomas internacionales que permiten expandir el conocimiento sobre ella a lo largo de todo el globo.
Además, resulta que el mercado numismático más potente del mundo, el estadounidense, habla inglés. No es casualidad que casi todas las veces que un ejemplar del Centavo con Punto ha salido a subasta, ha sido en casas estadounidenses. Es un mercado que tiene dinero para poder hacer inversiones potentes y el idioma justo para entender esa inversión que están haciendo al comprarla.
Es decir, siendo todo lo demás igual, la moneda que despierte más interés en los mercados numismáticos más potente valdrá mas.
Por cierto, el Centavo con Punto no es de las monedas más caras del mundo ni por asomo. Ni siquiera es la moneda más cara de la numismática canadiense. Pero eso es una historia que dejaremos para otro día.
Gracias, Francisco.
Genial estudio. Por su contenido y por su forma. Para enmarcar.
En cuanto al contenido, tocas el corazón de la numismática: Rareza…(los ERRORES y VARIANTES son muy raros, generalmente). Conservación… Popularidad… ( el euro es una moneda internacional).
Qué decir de la forma… Una gozada leerte. Escribes de maravilla
Un fuerte abrazo.- Juan Bautista
Muchas gracias por los piropos, Juan Bautista. Me alegra mucho que te haya gustado, muchas gracias a tí por leerlo.
Un abrazo!
Curioso que se mencione tanto el carácter rebelde del abdicado y no se mencionen sus amistades europeas. Ni que el chaval deciciera filtral los planes ingleses a ciertos alemanes durante la guerra.
Ejem, NAZIS, ejem…
Efectivamente, James, sus relaciones con los nazis son bastante llamativas, pero es que en 1936 la actitud del gobierno británico hacia los nazis aún era la del appeasement, así que no era sólo cosa de él *en ese momento*. Sin embargo, eventos como la visita a Alemania y la filtración vinieron después de su reinado, y ya se sale del ámbito temporal del artículo. De ahí que no se mencione.