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La semana pasada me topé con un dilema a la hora de comprar una moneda con el que nunca me había encontrado antes.
Voy a ficcionalizar un poco la historia, pero, básicamente, estas eran las características de la moneda:
- Moneda en un estado de conservación medio-alto, pero que estaba algo por debajo del que suelo comprar en esa serie en concreto.
- Con un precio algo superior al que yo estimaría que es su valor. No mucho, pero lo suficiente como para tenerlo en consideración.
- Peeeeero… era una moneda rarísima, una de esas que, si tienes suerte, volverás a ver dentro de 10 años.
Y, estas, las circunstancias de la situación:
- Durante un viaje a una ciudad extranjera que probablemente no vuelva a pisar en muchos años, si es que la vuelvo a pisar.
- Acompañado por una persona cuyo único interés en las monedas es en usarlas para comprar el pan, y a la que yo la había hecho LA pregunta, que parece inocente pero que no lo es tanto: ¿te importa si entramos un momentito en la tienda?
- Este comerciante parecía ser de la vieja escuela y estar muy cerca de la jubilación, y no vendía online.
Estos tres últimos puntos son importantes porque significan que tenía minutos para tomar una decisión.
Lo que hice yo
Me marché de la tienda sin comprarla, e invité a mi acompañante a un café en una cafetería que estaba tres tiendas más arriba, en agradecimiento por aguantar mi obsesión numismática.
Pero, entre sorbo y sorbo, me fue imposible dejar de rumiar la situación en mi cabeza.
Cuando terminé el café, volví rápidamente a la tienda, y la compré.
Por qué cambié de opinión
Cuando me senté en la cafetería, era obvio que un debate interno bastante gordo estaba sucediendo en mi cabeza. Y es debate se podía resumir en una pregunta:
¿Qué prefiero, esperar un poco a una en mejor estado y no disfrutar ya de la moneda, o comprar una que sí puedo disfrutar ahora pero que no me va a dejar satisfecho al 100%?
Casi siempre, mi respuesta es la típica que se suele dar a los coleccionistas principiantes: paciencia. Mejor guardar el dinero y esperar a encontrar un ejemplar que sí te vaya a hacer feliz al 100%. Siempre hay más monedas, y más oportunidades para comprarlas. Por eso me marché de la tienda inicialmente.
Pero esta no era una moneda normal. Esa espera podía ser de 10, 20, 50 años. O, aún peor, la espera podía no tener recompensa y que, aunque la pieza volviera a ponerse a tiro en un futuro, no estuviera en condiciones de adquirirla.
Cuando caí en esto, la pregunta cambió:
¿Prefiero no tenerla nunca, o tenerla en condiciones menos que idóneas?
Y, a esa pregunta, mi respuesta está clara. Prefiero tener esta moneda en concreto en un estado de conservación algo inferior y disfrutar de todo lo que tiene para disfrutar. Por el camino, ya de paso, aprenderé que:
- La frustración es algo inherente a coleccionar ciertas series de monedas
- La perfección cuesta tiempo y dinero, a veces más del que estamos dispuestos a invertir
Y mira, al final, el refranero español es muy sabio. Cuando escuchamos aquello de que «mejor pájaro en mano que ciento volando», siempre nos quedamos con lo de «pájaro en mano», y obviamos que los «ciento» que vuelan son muy poquitos pájaros.
Cuando hay millones de monedas volando, malo será que no tengamos oportunidad de hacernos con otra si dejamos escapar a la no nos deja satisfecho. Pero cuando solo hay «ciento» monedas en el aire, yo me quedo con la que tengo en la mano.
Como siempre, todo es cuestión de contextos. Así que volví a la tienda, y compré la dichosa moneda.
Sería bueno saber de qué moneda se trata para poder opinar (el precio que pagaste por ella no hace falta que lo digas)
Como digo en el post, la historia está un pelín ficcionalizada. Quizá decir la moneda rompa la ilusión de ficción 🙂
Yo, lo tengo claro. Si puedo pargarla, la compro. Si más adelante, aparece una mejor conservada, quizás la compre y ponga la anterior en intercambio. O no, me quede con la que tengo y gaste el dinero en otra distinta. Y si es el caso que cuentas, que es una moneda que quizás no vuelva a ver hasta dentro de 10 años, ni me lo planteo. La compro, seguro.
Como dice el compañero, me gustaría saber cual es esa moneda y que la hace tan especial.
Saludos
Desde luego, la lección me la llevo aprendida. Si se me pone otra a tiro por delante en mejor calidad, ya la venderé, como bien dices!
Me conozco, creo que no hubiera salido de la tienda sin ella, tomaría el café adorando la moneda en mis manos.
Desde luego, para la próxima no salgo sin ella.
Ay Francisco… La DUDA METÓDICA…la eterna duda
Yo me quedo con la maravillosa descripción del proceso psicológico… Genial
Un fuerte abrazo.- Juan Bautista Bajo Miguélez
Me alegro de que te haya gustado, Juan Bautista! Un abrazo.
Estimado Francisco
Coincido con Jose Luis, no saber de que moneda se trata hace que esta linda historia pierda un poco de sentido, pero bueno, tus motivos tendras para no haber incluido el dato.
Saludos desde la capital mundial del anarcoliberalismo😄
Gustavo
Espero conseguir el billete de 2000 pesos antes de que llegue la dolarización
Querido Gustavo, como digo en el artículo, la historia está un pelín ficcionalizada. Quizá decir la moneda rompa la ilusión de ficción jeje
Que os sea leve por allá!
Hola Francisco! Estupendo tu sitio, me alegro de haberlo encontrado, he aprendido mucho de numismática y lo visitaré con frecuencia.
En mi caso, tengo un presupuesto X cada mes para comprar monedas en mi ciudad u online en otras tiendas dentro de Argentina. Pero cuando viajo al extranjero, llevo conmigo una cantidad de dinero especialmente separada para compras numismáticas y adquiero todo lo que me gusta y que sé será imposible o muy improbable de conseguir en mi país.
Hola Julio, bienvenido y ponte cómodo! Me parece muy lógica tu aproximación a la cuestión, aunque hay veces que es inevitable pasarse del presupuesto jeje