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Cuando empiezas a coleccionar monedas de Juan Carlos I, una de las primeras cosas que te van a llamar la atención es lo fácil que es encontrar carteras de los años 1976, 77 y 79 y lo poquito que cuestan. También llama la atención que en esa sucesión de años falta un número, y más de uno y de dos -a mí me pasó- probablemente se hayan pasado más de una tarde peinando Internet a ver si aparece la dichosa cartera de 1978. Fue en vano, no existe.
El precio y facilidad de las carteras del 76, 77 y 79 es fácil de explicar. El enorme error de cálculo en lo que a previsión de venta se refiere hizo que se fabricaran en un número que oscila entre lo obsceno y lo estúpido.
Hoy en día, estoy seguro de que hay miles de carteras guardadas esperando a encontrar un álbum que las acoja y un coleccionista que las cuide. De hecho, cada cierto tiempo salen a subasta lotes de decenas de ellas (uno, dos, tres y cuatro), que se rematan en precios mucho más que adsequibles. Lo bueno de todo esto es que, aún empezando la colección 45 años después, el lote de tres carteras se puede adquirir por 5 euritos o incluso menos.
Pero, sin la cartera de 1978, parece que la colección se queda un poco coja. Sin embargo, hay una buena razón para ello.
De cuando España se quedó sin monedas
Aunque algunas entidades privadas pusieron a la venta carteras no oficiales, la FNMT no emitió la tira de 1978 en cartera. ¿Y por qué? Seguro que algunas personas que lean esto se acordarán, pero los menores de 45 años probablemente se sorprendan por lo que voy a contar a continuación. A mí, que estoy mediando la treintena, desde luego que lo hizo cuando lo descubrí, porque es una de esas situaciones que no esperas que pase en un país “civilizado” como pensamos que es ésta nuestra España.
Resulta que en el comienzo de la Transición, España se encontró con la tormenta perfecta. Fernándo López del Burgo ha profundizado en ella en una serie de artículos para Numismático Digital (I, II, III, IV y V). El resultado de esta conjunción fue la escasez de monetario circulante. Si ya molesta ir al súper y que el cajero no tenga cambio, imagínate que a todas las tiendas de España les pase lo mismo.
A modo de resumen rápido, diremos que hubo tres factores clave para que no hubiera monedas en circulación: la inflación, la rumorología y los conflictos laborales en la FNMT.
La inflación no paraba de subir, con lo que el valor facial de la moneda iba perdiendo valor real. Las monedas de 50 céntimos y de 1 peseta ya apenas valían para nada.
Por otro lado, había fundamentalmente dos rumores circulando cual video viral: 1) con el nuevo Rey ya emitiendo moneda, las de Franco se iban a desmonetizar más rápido que deprisa, y 2) el valor intrínseco del metal de algunas monedas iba a superar, o superaba ya, a su valor facial. Ambos falsos, por supuesto.
Y a pesar de que las monedas de Franco no se retiraron de circulación hasta el 94 y de que el gobierno se afanó en desmentir los rumores sobre el precio del metal, no se pudo evitar que al numerario ya retirado de circulación por los coleccionistas se le sumara aquel retirado de circulación por la gente que no tenía ni idea de lo que es un cospel, que en muchos casos pensaba que las monedas de Franco iban a valer un pastón en el futuro, o que el metal de las monedas les iba a hacer millonarios. Así que las guardaron.
Al mismo tiempo, los trabajadores de la FNMT empezaron a luchar por un nuevo convenio, lo que incluyó huelgas además de otros tipos de lucha sindical, así que la producción de moneda cayó en picado.
A finales de 1977, los problemas de existencias de circulante empezaron a ser acuciantes en las grandes ciudades, en el Levante, y en Cataluña. Incluso en ésta útima, las entidades bancarias llegaron a utilizar, primero, los llamados «vales de ahorro escolar» y luego los «vales de ahorro» como moneda de necesidad. Cuando esto pasa, ya es señal de desastre inminente.
Así que el Gobierno de Adolfo Suárez, que ya lo estaba pasando mal intentado que España tuviera algo parecido a una democracia, decidió cortar por lo sano la situación y mandó acuñar moneda a destajo, incluso recurriendo a cecas extranjeras: se externalizó a Canadá y Alemania parte de la producción de las 5 pesetas, y a Chile y a Inglaterra parte de la de 1 peseta. De ahí viene que en las monedas de 1 y 5 pesetas 75*78 tengan tantas variantes, de las que hablaremos algún día.
Viendo el panorama y la urgencia, la directiva de la FNMT o quien fuera el responsable de su producción aplicó el sentido común, se olvidó de carteras y puso todo a circular inmediatamente. Y por eso no hay una cartera de 1978.