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El 25 de diciembre de 1991, a las 19:32 horas, la bandera de la hoz y el martillo era arriada por última vez en el Kremlin. A ojos de todos, ese fue el momento en el que moría la Unión Soviética. Lo cual es bastante irónico, ya la bandera en el Kremlin iba a ser el gran símbolo propagandístico de las nuevas monedas que se iban a introducir en 1991 y que acabaron por ser las últimas monedas de la Unión Soviética.
Lo que había antes
El panorama político de la Unión Soviética entre 1988 y 1991 era, diciéndolo de manera suave, bastante inestable.
Además de los movimientos independentistas en el Báltico, el este de Europa y el Cáucaso, de la fallida democratización que propugnó Gorbachov y de la rotura de las férreas esferas informativas controladas por el Partido Comunista, la URSS se enfrentaba a una crisis económica sin precedentes.
Con los precios de los productos de primera necesidad subiendo un 300% de media, y la gente haciendo cola para poder comprar la poca comida que quedaba en las tiendas, el gobierno soviético estaba teniendo que recurrir a ayuda extranjera.
Llegó a tal punto que el término «Piernas de Bush» era un lugar común en el lenguaje de la ciudadanía sovética, refiriéndose a los zancos de pollo que Estados Unidos estaba mandando como parte de uno de los acuerdos comerciales a los que la URSS había llegado para intentar paliar la situación.
Gorbachov sabía que tenía que hacer algo. Y llama a un burócrata económico, un tal Valentín Pávlov, para que ocupe el puesto de Primer Ministro de la Unión Soviética y tome una serie de medidas para estabilizar la situación económica.
Y, siguiendo el manual de estilo tradicional ruso de comunicación política, lo primero que hizo Pávlov fue decirles a los ciudadanos soviéticos que no habría reforma económica. ¿Lo segundo? Pues diseñar su reforma económica, por supuesto.
Su primera medida fue una reforma monetaria confiscatoria, que se llevó a cabo el 23 de febrero de 1991. Con ella, se cambiaban los dos billetes de más alta denominación, los de 50 y 100 rublos de 1967, por otros de 50 y 100 rublos rediseñados.
¿La pega?
Los ciudadanos soviéticos solo tendrían tres días para cambiarlos en el banco, y solo hasta una cantidad máxima de 1000 rublos. Y, a partir de ese momento, también habría un corralito por el que solo se podrían retirar de los bancos hasta 500 rublos mensuales.
El objetivo era retirar 81.000 millones de rublos de la circulación y así reducir la inflación. En realidad, lo que Pávlov consiguió fue destruir los ahorros de una gran parte de la ciudadanía (pero no para los más ricos y conectados, esos tuvieron un aviso previo de la reforma y pudieron cambiar su dinero antes de que se publicitara).
Los suelos y las hogueras de Moscú, de Kiiv, de Vladivostok, de Tallín, se llenaron de sueños rotos y de billetes que ya no valían para nada.
La medida fue un fracaso: solo se consiguieron retirar 14.000 millones de rublos de circulación. Aún encima, la inflación tras la reforma subió aún más hasta llegar al 164,7% anual, mientras el PIB caía entre un 20% y un 30%.
Y, en ese momento, las repúblicas de la URSS dejan de enviar el dinero de los impuestos al gobierno en Moscú, dejando la economía central totalmente en coma.
Es decir, tenemos una ciudadanía que ya no confía en su moneda, un gobierno en crisis económica galopante, y una inflación desbocada. Lo que haría cualquier país del mundo en esa situación es cambiar las monedas.
Y eso es lo que hizo la Unión Soviética.
La última serie de monedas de la Unión Soviética
En el momento de la crisis, las monedas circulantes de la Unión Soviética, las del día a día, eran feas y anticuadas, producto de otro tiempo. Llevaban circulando desde 1961 sin apenas cambios, y ya no reflejaban el estado político del país.
Además, debido a un cono monetario basante complicado, que incluía piezas como la de 3 kopeks (céntimos de rublo), o la de 15 kopeks que ves arriba, era bastante complicado hacer ciertas transacciones monetarias.
Al rediseñar la moneda, ese cono monetario se simplifica: ahora tenemos solo piezas de 10 y 50 kopeks, 1, 5 y 10 rublos.
Las piezas presentan también ciertas innovaciones tecnológicas. Por ejemplo, por primera vez, aparece en el monetario de la URSS lo que por aquel entonces era una tecnología bastante reciente: la moneda bimetálica.
Por otro lado, parece que los diseñadores también tuvieron en cuenta la situación política del país, en la que las repúblicas estaban ganando más y más autonomía (algunas ya habían proclamado la independencia) sobre el poder central.
Eso ocasiona que el escudo de armas de la Unión Soviética desaparezca, pero eso no quiere decir que la propaganda del Moscú como centro de poder desaparezca. Al fin y al cabo, las monedas son, históricamente, el elemento transmisor de propaganda más fuerte que existe.
En lugar del escudo, se elige una vista del Kremlin con la cúpula del Palacio del Senado, sobre el que ondea una bandera genérica, y la Torre Spasskaya, la principal en el muro oriental que da a la Plaza Roja.
Por desparecer, desaparece el nombre de la Unión Soviética como emisor. Al contrario que en modelos anteriores, aquí aparece como emisor el Gosbank, el Banco Estatal de la Unión Soviética, que servía como banco central para todas las repúblicas que la conformaban.
Estas piezas se ponen a circular poco después del Golpe de Estado de agosto de 1991 dado por los comunistas hardcore, con el objetivo de echar a Gorbachov del poder. Los golpistas se identificaban a sí mismos como el Comité Estatal para el Estado de Emergencia, más conocidos como el GKChP, por sus iniciales en ruso.
La población identificó las monedas con el comité porque… Pávlov, el de las reformas monetarias fue uno de los golpistas. Hoy en día, en Rusia, a estas piezas se les conoce como las monedas del GKChP.
¿Y cuál es la ironía?
Estas monedas estaban llamadas a simbolizar una nueva etapa en la Unión Soviética. Una en la que se suponía que el glasnost y la perestroika habrían llevado a una nueva era de prosperidad, libertad y avances tecnológicos a la Unión, que ahora sería un conjunto de repúblicas autónomas bajo el liderazgo de Moscú.
De ahí el simbolismo del Kremlin como centro de poder, y la desaparición de los símbolos de la URSS.
Y, sin embargo, el diseño de estas nuevas monedas acabaría retratando lo que, el 25 de diciembre de 1991, se convirtió en el gran símbolo visual de la caída de la Unión Soviética: la retirada de la bandera del Kremlin.
Hoy en día, conseguir la última serie de monedas de la Unión Soviética no es nada complicado. Dado el poco tiempo que circularon, es muy fácil encontrarlas en estados de conservación altos, y se pueden conseguir las cinco por menos de 10 euros.
Por cierto, a la URSS le dio tiempo a emitir dos monedas conmemorativas circulantes basados en los 10 rublos bimetálicos, sobre animales en peligro de extinción, que hoy en día son relativamente escasas y caras. Y también existe una de 10 rublos de 1992, el año siguiente al que cayera la Unión Soviética. Otro día hablaremos de ellas.
Excelente artículo. Se agradece siempre está relación numismatica histórica… Ahora…como hacerse de estás monedas desde Chile??
Me alegro de que te haya gustado! Yo preguntaría en cualquier numismática, no son difíciles de conseguir.
Francisco
Muy buen articulo, desconocia que los rusos tambien tuvieron su propio corralito cuando colapso la URSS, comprenderas que los argentinos somos muy sencibles a esta palabra, a mi me sube la presion cada vez que la escucho….en fin, buen retrato de un momento clave en la historia.
Saludos
Gustavo
Hola Gustavo,
Me alegro de que te haya gustado! Cuando estaba escribiéndolo me acordé precisamente de Argentina, y de cómo, cuando la cosa va mal, no importa el sistema económico: los primeros en pagar el pato son siempre los ciudadanos de a pie.
Un saludo!