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Pues resulta que este pasado fin de semana me compré mis primeras cápsulas de la NGC (Numismatic Guaranty Corporation). Quizá te sorprenda un poco si has ya has leído este blog, pues he hablado ya alguna vez antes de este tipo de cápsulas. Pero la verdad es que, hasta el momento, he conseguido estar satisfecho con mis colecciones sin tener que recurrir a ellas.
Sin embargo, desde que empecé ColeMone, la cosa ha cambiado un poco, y se me ocurrió que quizá debería probarlas para poder hablar más a fondo de ellas. Así que he decidido empezar una pequeña colección nueva (ya os contaré otro día cómo la he diseñado), que va a estar en cápsulas de casas de graduación porque adoro la consistencia en la presentación de mi colección.
Como te decía, ya he empezado la colección, con un par de monedas de las baratas. Más que nada, para ver si las cápsulas me convencen.
Y, de momento, he encontrado tres cosas que me han sorprendido:
Sorpresa 1 – Se apilan perfectamente
Este tipo de cápsulas encajan unas con las otras, de manera que puedes hacer una torre y esa torre será estable. Están hechas para poder ser apiladas perfectamente.
Resulta que en los bordes de ambas caras de la cápsula hay un bisel cuadrado que sobresale, y el bisel de la cara superior (el de la etiqueta) es un pelín más grande que el de la cara inferior. Así que cuando pones una encima de otra, con ambas cápsulas mirando hacia arriba, encajan perfectamente.
Sorpresa 2 – Son pequeñas
Cuando ves fotos de monedas, ya sean de tienda o de subasta, encapsuladas en ataúdes (como los llaman despectivamente) normalmente no hay un marco de referencia con el que comparar. Y, hablando con gente del tema, me he dado cuenta de que estas cápsulas, en foto, suelen parecer mucho más grandes de lo que realmente son.
Son de más tamaño que un cartoncillo tradicional, que mide 5×5 centímetros, pero no mucho más: una cápsula estándar de NGC mide 8,5 centímetros de alto, 6 de ancho y 1 de grosor.
Dos de ellas aún son un poquitín más pequeñas que una coincard de un tamaño normal, como la de los 2 euros de Estonia de 2021 del lobo.
He de decir que, al contrario que la anterior, su tamaño no fue una sorpresa total. Aunque no había tenido ninguna en propiedad, sí que las había visto antes en convenciones y tiendas numismáticas.
Pero me sigue llamando la atención.
Sorpresa 3 – Pesan un montón
Cuando la agarras, te das cuenta de que la cápsula, por sí misma, tiene que pesar un montón. De hecho, compara el peso la moneda de 2 euros de Estonia de 2020 del Tratado de Paz de Tartu fuera de la cápsula (disculpad la poca precisión de la báscula):
Con el peso de la misma moneda encapsulada:
Es decir, restando, vemos que la cápsula pesa unos 39 gramos.
Esto tiene una implicación clara para quien guarde sus monedas en álbumes: tendrá que reforzarlos de alguna manera, y contar con el peso extra a la hora de aplarlos, ponerlos en muebles, y hasta levantarlos.
Y una reflexión rápida
Tras haberlas podido examinar bien examinadas durante un par de días, he de decir que estas cápsulas dan una seguridad y firmeza que no da ningún otro sistema de almacenamiento. Para eso pagas, claro.
Pero eso me lleva a otra reflexión. Quizá la gente a la que no le gustan nada, no es que odie la cápsula por la cápsula. Quizá odie la cápsula por lo que simboliza: la mercantilización total de la numismática.
El hecho de que la cápsula en sí conlleve un premium a la hora de comprarla. Que sacar una moneda de ella sea muy, pero que muy difícil. El que una moneda esté en cápsula represente que tiene (generalmente) cierta enjundia. Que para sacar el máximo provecho en una venta haya que recurrir a la empresa que las fabrica de una u otra manera.
A cambio de esos sacrificios, recibimos el mayor avance tecnológico en conservación numismática desde que se dejó de aplicar laca a las monedas para conservarlas allá por los 50.
Si todo esto representa progreso o no, ya te dejo a tí que lo decidas.